Anillo de compromiso

POR: Germánico Solis

Cómo quisiera que este repaso tenga el brillo limpio de un diamante, la desenvoltura de los orfebres cuando funden el metal con el que elaboran las joyas, pero fundamentalmente y sobretodo, quisiera este momento tener el ardor generoso del obsequiador, la inspiración y el arresto del enamorado que coloca en el primoroso dedo de la mujer amada, la torneada argolla de fino metal, como durable rúbrica que encarna un juramento de amor.

Las mujeres en el tiempo han querido encontrar al hombre de sus sueños, y el hombre, a la mujer que como en los cuentos de hadas termine floreciendo la felicidad. Un paso cardinal es la celebración de la boda tradicional, más, para llegar al altar, precisa cumplir con menesteres que son ritos, uno de ellos: la entrega del anillo de compromiso.

Entonces, el apasionado desde los tiempos de los persas, griegos y romanos, busca cómo y cuándo entregar la definidora gema. Para ello, planifica, se asesora, se toma un tiempo, gasta una fortuna o una cuantía que supera lo guardado en los bolsillos. Cuando escoge la sortija, retoza la iniciativa y las recomendaciones, nunca está por demás los consejos de las madres, hermanas, vecinas y amigas.

El pretendiente asiste hasta una joyería especializada, el diseñador sugiere formas, estilos, acabados, y el metal con el que será trabajado, puede ser oro blanco o amarillo, todo es asunto de gustos y costumbres. Generalmente la argolla es redonda y con una pequeña base en la que se engarza una piedra o brillante. Emanan en ese momento los destellos que dan vida propia al anillo y atesoran enigmas.

El aro se entrega en febrero o diciembre, le acompañan cantares y poesía, para en un minuto feliz y junto a familiares y amigos, colocarlo en el dedo anular de la mano izquierda de la idealizada mujer. Colocada la joya en el dedo de la vena amoris que va al corazón, se ha perfeccionado la promesa de amor, el símbolo de entrega, apoyo y felicidad. Los brindis y la redondez del aro, que como el amor no tiene principio ni fin, espera se consume la promesa, acaso no aparezca el revés que apague los fulgores del diamante que son votos para que la alianza sea para siempre.