Del complot y del pecado

Jaime Duràn Barba

Entre los antiguos políticos está difundida la idea del complot y del pecado. Creen que tienen mala imagen porque son buenos, pero hay un complot de los pecadores para fastidiarlos, pero las cosas son mucho más sencillas. Los expertos que estudian profesionalmente el tema de la imagen pueden averiguar las razones por las que se dan esas variaciones, armar una estrategia que las controle y logre que estén mejor en las fechas en que esto sea necesario.

En las últimas semanas hemos realizado diagnósticos políticos en varios países de la región que hasta marzo terminarán siendo diez. Los documentos de diagnóstico que escribimos son la base para conversar con mandatarios o líderes de primer nivel en reuniones donde aprendemos mucho de su experiencia. En este año nuestro grupo tendrá la batería de datos más importante que haya existido para realizar estudios comparados sobre estos temas.

En todos estos países y de acuerdo con informaciones que obtenemos de fuentes fiables de otros, existe una crisis de imagen profunda que afecta a casi todos los gobiernos y mandatarios, con la excepción de Mauricio Macri en Argentina y Lenin Moreno en Ecuador. No tenemos mediciones acerca del nuevo presidente chileno, Sebastián Piñera. Michael Temer tiene el récord de impopularidad de la historia, con un 5% de aceptación, seguido de PPK en Perú con menos del 10% de aceptación, y casi todos los demás presidentes apenas se acercan al 20% de apoyo.

El mundo cambió de manera radical. La mayoría de los dirigentes anticuados, sea cual sea su edad, no logran entender lo que pasó y quieren seguir manejándose como en el siglo pasado. Se acabó la sociedad vertical en la que alguien se creía dueño de la verdad y salía por las calles a predicar. La única forma de hacer política en este mundo es usar herramientas científicas, pero la mayoría de políticos no tienen la preparación necesaria para hacerlo.

Llama la atención el rechazo a los partidos políticos. En varios países de la región simplemente se extinguieron o se convirtieron en clubes de añoranzas del pasado, incapaces de pensar en los nuevos desafíos de la humanidad. En otros subsisten como maquinarias clientelares que ayudan a organizar las campañas electorales, vaciados de sus contenidos ideológicos y por lo general con una imagen asociada a la corrupción. En todos los casos han perdido la comunicación con la mayoría de la población que los rechaza. Una gran tarea para fortalecer la democracia es ayudarlos para que puedan pensar los problemas del siglo XXI desde las inquietudes de la gente normal.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.