MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA
En este último año, han salido a la luz pública cientos de casos de niños abusados, agredidos y acosados sexualmente. Ha sido gracias al tiempo que sus heridas fueron cicatrizando y así fue como también pudieron exponer al público los horrores a los que fueron expuestos por su agresor, que en muchos casos fue un familiar, un conocido o incluso algún profesor al que se le había encargado su educación.
Es precisamente por la jerarquía que ocupa el agresor en la vida de la víctima, que esta no puede en inicio demostrar o denunciar lo vivido, convirtiéndola en un cautivo de sus peores pesadillas por muchos años.
Cuánto dolor debe haber sido el sufrido por cada una de las personas agredidas y cuánto más el sufrimiento al saber que muchas de sus denuncias no sirvieron para nada, no solo porque por el tiempo que había pasado para hacer la declaración, ésta perdió validez, sumado a que tuvieron que enfrentarse a un sistema opresor y vil, en el cual el denunciante es violentado una y otra vez, no sólo porque el proceso así lo determina, sino porque su historia no siempre es creída.
Con el tiempo y la fuerza de voluntad, las victimas sanarán. El violador, el pervertido, el abusador, en cambio, se perfeccionará y no sólo en su modo de atacar y oprimir, sino también en borrar sus huellas. Es por esto por lo que necesitamos tener un sistema de justicia que permita que, a pesar del tiempo, una denuncia de esta naturaleza sea atendida y la victima puede descansar, porque ese crimen, ese dolor que vivió, así hayan pasado 5, 10, 15 años, aún puede ser juzgado y esto le dará tranquilidad. Porque este tipo de crímenes jamás deben prescribir.
Entienden ahora porque era tan importante la cuatro. Esta pregunta de la reciente consulta popular, no era a favor o en contra de Lenin; sino a favor de la protección de nuestros hijos. Y esto debe ser siempre nuestra consigna.