Hernán Rodríguez Castelo: dos libros póstumos se suman a su legado

Investigación. García Moreno fue una figura clave de sus estudios. (Archivo)
Investigación. García Moreno fue una figura clave de sus estudios. (Archivo)

Mañana se presentan dos obras del intelectual ecuatoriano, quien falleció hace un año.

Hay personas destinadas a perdurar, a inmortalizarse. Sin duda, Hernán Rodríguez Castelo (1933-2017) es de aquellos de esa estirpe gracias a su legado como escritor, crítico y pensador.

Mañana se cumplirá un año de su último ascenso al Ilaló -algo que siempre acostumbraba a hacer-, una metáfora de su partida física: toda una metáfora de la ascensión a lo más alto de la literatura ecuatoriana.

Su legado continúa acrecentándose con dos libros póstumos, que se presentan mañana, a las 18:00, en la Academia Ecuatoriana de la Lengua (Cuenca y Chille, Plazoleta de La Merced). Se trata de ‘García Moreno por sí mismo’ (Dinediciones) y ‘Miguel Riofrío’ (UTPL).

A continuación, la introducción, de su puño y letra, que realizó Rodríguez Castelo al libro de García Moreno, gracias a la cortesía de su hija Sigrid:

Las cartas

Se había terminado el ‘García Moreno’, cosa de mil páginas para seguir la trayectoria de figura de indiscutibles grandeza y complejidad. En la Introducción se confía al estudioso y a cualquier lector por qué se emprendió esa biografía y cómo fue requiriendo al biógrafo avanzar paso a paso detrás de esa trayectoria, sin perdonarse ninguno de los rigores que plantea al historiador contemporáneo la tarea historiográfica. Entre los documentos en que se hacía pie para dar cada nuevo paso con solidez uno, privilegiado por su inmediatez, fueron textos del propio biografiado, desde los formales y casi solemnes de sus informes a la nación, dichos en congresos, hasta ciertas cartas que entregaban razones personales de decisiones o confiaban tareas a colaboradores cercanos.

El resultado de trabajo tan riguroso fue iluminar empresa por empresa, conflicto por conflicto, logro por logro, la trayectoria de un gran estadista en su circunstancia, en momentos turbia y en otros hasta dramática.

El comentario de muchos lectores es que por primera vez dieron con quien fue y qué hizo realmente Gabriel García Moreno, figura clave para entender largo y decisivo período de la historia nacional. Sin entenderla no se lo entiende a fondo y completamente.

En cuanto al autor, empeñado en una historia de la literatura ecuatoriana, pensó que ya no le restaba sino el análisis y crítica de la escritura de esa figura, la más brillante del prerromanticismo ecuatoriano.

Obra. ‘García Moreno por sí mismo’ es una de las publicaciones.
Obra. ‘García Moreno por sí mismo’ es una de las publicaciones.

Y decidió comenzar por el género epistolar, que prometía buen material para ese trabajo crítico, porque de ningún escritor del tiempo se disponía de tan nutrida correspondencia.

Y se comenzó a leer carta tras carta, con exigente lectura analítica. Pero, de pronto, se topó con dos como revelaciones que convirtieron el modesto propósito en una empresa grande, con trazas de convertirse en monumental.

La una: que muchas de las cartas no se ofrecían como producto de una personalidad ya conocida por la larga biografía, sino que tocaban a esa misma personalidad. Es decir que había un territorio de lo humano mucho más complejo, más rico, más visceral de lo que se reducía meramente a rasgos y calidades de una escritura.

Y lo que se iba descubriendo en esas cartas era el interior de lo que la biografía había mostrado en su exterior. Si la biografía era el positivo de esta existencia, las cartas eran el negativo.

Claro que en la biografía del estadista estaba el hombre, con su pensar, sentir, dolerse o apasionarse; pero en lo que iban construyendo las cartas, claro que estaba el estadista, con lo que resolvía, exigía, proyectaba, pero lo que ocupaba el centro era el hombre.

Esa fue la primera iluminación que dejó abiertos anchos y profundos caminos al trabajo.

La otra fue hallar la manera cómo se podía trabajar con las cartas para esa constitución de hombre profundo, del interior del personaje, del negativo de ese poderoso positivo.

Y esa forma era la hermenéutica.

Pero ¿qué era la hermenéutica y como podía aportar al reto que constituía desentrañar y hurgar en esa ingente suma de los cuatro densos volúmenes de cartas de García Moreno que había recopilado con benedictina paciencia y con agudo instinto de investigador el concienzudo historiador ecuatoriano Wilfrido Loor?

Así que con semejante incitación se buscó iluminar la concepción a menudo escurridiza de la hermenéutica.