Juan José Franco y Malo, un gigante

EDGAR QUIÑONES SEVILLA

Entre 1857 y 1859 ejerció la Gobernación de Esmeraldas Juan José Franco y Malo, quien, al enterarse de la situación en el plano educativo, solicitó al poder central la creación de un plantel de instrucción primaria, pedido que fue atendido en 1858, por disposición del guayaquileño Francisco de Paula Icaza, el cual se desempeñaba como titular del Ministerio de Hacienda y encargado del Ministerio de Educación. El centro escolar inició sus labores en mayo del año aludido, en la calle Bolívar entre Piedrahita y 9 de Octubre, junto al actual Municipio de este cantón.

Cuando han transcurrido 160 años de ese hacho tan importante para nuestra provincia, resulta increíble que la persona que empezó a sacar a este pueblo de las tinieblas aún no cuente con alguna señal de agradecimiento por parte de ninguna institución, sobre todo de la Dirección de Educación, el Concejo Cantonal o el Consejo Provincial, principales organizaciones encargadas de velar por la educación, la cultura y el desarrollo general de este territorio.

Este comportamiento es inadmisible y es hora que se lo repare, acción que debería extenderse a otros olvidos voluntarios o no de ciudadanos de ambos sexos, ejemplares en grado superlativo, cuanto colectivos relevantes como la cultura Chibcha-tolita que dio trato excepcional al oro y al platino, de más de 12 mil años de antigüedad, cuya presencia precolombina compite en importancia con la Inca y la Maya y que en sus respectivos sectores territoriales se las ha resaltado como corresponde. Existe el criterio antropológico universal de que la historia justifica la existencia de los pueblos y que aquellos que no resaltan su pasado están contribuyendo a la negación de su presente y oponiéndose al logro de un futuro exitoso.

Juan José Franco y Malo no puede ser condenado al silencio, cuando su obra por el bien de Esmeraldas rebasa la de muchos hombres y mujeres que figuran en lugares relevantes sin haber aportado a su colectivo nada más que la amistad o familiaridad con algún comedido historiador. Juan José Franco merece un lugar destacado en el recuerdo eterno de la comunidad esmeraldeña, porque lo que él realizó es tan cimero como la lucha de Luis Vargas Torres por los derechos civiles de este sector de la nación, Gustavo Becerra por el periodismo y Roberto Luis Cervantes por las obras fundamentales de comunidad.

Que no tarde este homenaje es a lo que el pueblo aspira, antes que alguien resalte méritos de quienes nada hicieron por el futuro del pueblo que los vio nacer y por el contrario contribuyeron al estancamiento de este territorio eterno por el talento de sus hombres y mujeres de ayer y de hoy.