La vieja, nueva política

César Ulloa Tapia

Gatopardismo podríamos llamar a todo aquello que, aparentemente, cambia para que todo siga igual. Esta manera de actuar caracteriza la cultura política ecuatoriana desde el inicio de la República, en términos del sentido que cobra en muchos políticos la democracia, el respeto por las instituciones, la falta de fidelidad entre sus propuestas y sus acciones, la negociación tergiversada en distintas formas de clientelismo puro y duro en detrimento del diseño de políticas públicas.

En todo hay excepciones, pero la realidad nos indica que en los últimos 10 años, la maquinaria gubernamental aceitada de petrodólares se llevó todo por delante y con ello, los principios y el civismo, todo a cuenta de refundar un Estado que ahora es fallido.

Nuestra realidad política no solo es macondiana, es ante todo terrorífica, porque en cualquier momento aparecen escenas que rebasan la razón y se anclan en el plano de lo patológico, sobre todo porque las denuncias contra la corrupción son diarias, como si ello fuese algo normal en un país que tiene mucho por hacer y que, contradictoriamente, nada en un mar de riquezas comparativas porque la naturaleza sigue siendo generosa con nosotros. El gatopardismo conspira todos los días contra los ciudadanos que siguen apostando por el cambio y que hacen desde sus trincheras todo lo posible para dejar un mejor país a sus hijos.

Entre otras razones, esto explica por qué la gente no se involucra en la política, por qué los mejores ciudadanos no están en la política, por qué la última aspiración de los jóvenes es hacer política, pero también exige cerrar el paso a quienes se viven aprovechando de esta coyuntura y hacen de los partidos y los movimientos sus feudos con título de propiedad incluido. La receta para salir del caos es la participación efectiva, no solo en la calle, sino en la exigencia diaria a los políticos para que hagan verdaderos actos de rendición de cuentas. En ese sentido, regenerar la representación es tarea urgente pero sin cruzar los brazos.