Malos actores

Manuel Castro Murillo

Lo sucedido en los últimos diez años en el Ecuador fue previsto por los analistas políticos como un desastre, confirmado ahora por una realidad estrictamente seguida en todos sus detalles. Algunos intelectuales, con noble pasión izquierdista, y con más pasión para justificar su equivocación, achacan al pueblo y a los antiguos dirigentes de los males que vivimos, pues se ha destapado –no descubierto, porque eso sabíamos- que el país vivió una ola de autoritarismo, abusos y corrupción, bajo el pomposo membrete de socialismo del siglos XXI.

Los recientes acontecimientos: delación entre compadres, acuerdos tortuosos, consignas propias de una organización criminal, ponen de cuerpo entero lo que fue el correísmo y el movimiento Alianza PAIS, sin excepción, y sobre todo la necesidad de que en pocos días cambie el giro del gobierno. Aspiración difícil de cumplir, porque el presidente Moreno, hasta con buena fe, es parte de la torta populista pasada y presente.

El sistema democrático no ha funcionado ni funciona en lo económico, electoral (más que nunca se duda de los resultados electorales últimos) y social. En política internacional se juega a nada, pues se mantiene abstención frente un sistema que en Venezuela tambalea, pues uno de cada diez venezolanos, carece de alimentos y medicinas, donde oficialmente se comete crímenes, se impide elecciones libres y quieren quedarse con el poder para siempre, situación ilusa que terminará en rebeliones, muertes y decepciones y con la conclusión tan repetida de que el Derecho Internacional es una utopía, pues entre los países solo hay intereses permanentes.

Lo que ha sucedido en estas horas no es para ni dar la razón al señor Lasso ni para esperar que el transitorio Consejo de Participación Ciudadana solucione los casos de corrupción e institucionalice el país. El señor Presidente debe gobernar sin sus actuales colaboradores, cómplices del actual descalabro. El resto de funcionarios debe retirarse ya, antes de que les evalúen y surjan las palancas. Cierto es que el mundo es un teatro, pero como dice Oscar Wilde, “el reparto es deplorable”.