El cínico

Freddy Rodríguez

Su paso por el cargo público fue el ejercicio del más puro y desenfadado cinismo. Lambiscón y adulador, se postró ante su líder de pacotilla para, con total desparpajo e impudicia, acatar sin reparos sus designios y, amparado en una ley creada exprofeso, perseguir a quienes osaron denunciar los latrocinios y trapacerías de los funcionarios ávidos de enriquecerse a costa del dinero público, aplicando sanciones y amenazas para los medios y periodistas que se atrevían a poner en duda la sacrosanta palabra del mandamás y de sus esbirros. Cobijado en esa ley, el cínico no tuvo ningún empacho en multar a diestra y siniestra, o en obligar a realizar rectificaciones infamantes, escritas por los funcionarios que, prevalidos de su impunidad rampante, consagraban la verdad oficial en panfletos o alocuciones en donde se vanagloriaban de su pulcritud y eficiencia puestas en duda por la prensa, a la que su líder máximo, desde el inicio de su nefasto mandato, le colgó el sambenito de “prensa corrupta”, recordando al famoso “Ministerio de la Verdad”, de la distopía magistralmente retratada por George Orwell en su novela ‘1984’. En el desborde de su indecencia, el cínico no tuvo empacho en denunciar a un medio ante sí mismo, por una supuesta ofensa a la ley, llegando al absurdo de, en una misma causa, el funcionario de marras fungir como agraviado, denunciante y autoridad sancionadora. La no publicación de una noticia sobre un palanqueado “Doctorado Honoris Causa” de su mentor, o la no publicación de un reportaje que descalificaba a un político opositor, eran motivos suficientes para lanzarse en contra del medio y sancionarlo. Y todo esto lo hacía con una sonrisita impostada, fabricada a la medida de su adorado líder, dueño y señor de la verdad absoluta que el cínico, cual cancerbero, se empeñó en defender a ultranza, para que nadie, absolutamente nadie, ose contradecirlo, sonrisa que la mantuvo hasta en su comparecencia ante la Asamblea, en donde, con el mismo cinismo, proclamarse virtuoso y desafiar a los asambleístas a mirarle a la cara. Destituido por tres entidades, el cínico es la muestra palpable de lo mal que paga el diablo a sus devotos.