¿Qué es la muerte?

CARLOS CONCHA JIJÓN

Podría ser un silencio extremo, no probado por el que muere, porque aquel entra en un estatus en donde ya no hay conciencia de la realidad cuando dejamos de existir, perdiendo, además, la sensibilidad corpórea sumergida en un supuesto mundo inanimado, desprovisto totalmente de emociones, con plena obscuridad, como símbolo eterno de la nada, en donde no podemos hacer preguntas, ni dar respuestas, simplemente abrazados por lo ignoto.

Tal vez podríamos hablar de un mundo superpuesto, en el que los rayos del sol no son percibidos, ni el alba que abraza las vivencias mañaneras, ni un atardecer descolorido, en la bruma, bajo una sábana de sombras, también muertas, porque están muertos los sentidos, nada de visión, ni escucha, suponemos un manto de tinieblas que no podemos describirlo, porque hemos dejado de existir, para no ser.

La muerte hace de carcelera irreflexiva, sin compasión, nos encierra imperdonable en una jaula con barrotes de suprema tranquilidad y borrasca de silencio. El yermo se presenta como desierto inmutable, sentencia eterna, sin dejar huellas de frío o de calor. La angustia desesperante conocedora del dolor o del pesar desaparece para siempre, de la misma manera que desaparece el deseo, matando aspiraciones y esperanzas sin dejar absolutamente ninguna huella de nostalgia.

Los pensamientos que en la vida florecieron, también escaparon de esa realidad que ya no producirá flores de elocuencia, ni frutos, ni semillas, la voluntad y la conciencia ya no tendrán propósitos, para un ejercicio mental, pues, sus energías se agotaron para siempre en un momento fugas.

La muerte es insensible, sin reparos, se apodera de nuestra vida, con un boleto no solicitado, nos sube en un tren con destino desconocido, sin retorno, nunca hubo aceptación, como tampoco negativa, ni un reproche, aunque a veces luchamos por derrotarla, pero a fin de cuentas, nos gana la batalla y entramos a un mundo de tinieblas para nunca regresar.

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