La usura agiotista

Jorge Gilberto Zambrano Andrade

Vivimos acorralados por prestamistas y extorsionadores financieros disfrazados de banqueros, promotores de tarjetas de crédito y concesionarios de casas de préstamos, que esquilman a una población indefensa y asolada por la necesidad y la imprevisión.

En nuestro país las tasas de interés en tarjetas de crédito multiplican los niveles de cualquier otra nación, mientras los costos por servicios bancarios no tienen paralelo ni referencia con lo que cobran en sus casas matrices; mientras la orgía de las tarjetas de crédito que se regalaron a diestra y siniestra, en una conducta irresponsable y criminal, ahora ya no las están pagando, y los que sí cumplen tienen que cubrir el daño de los morosos, como si los bancos no fueran los verdaderos responsables por haber repartido esas tarjetas tan frívolamente.

En los ámbitos de las pensiones los jubilados, están perdiendo su capital a una velocidad vertiginosa repitiendo lo que sucedió en otros países, donde extorsionadores financieros saquearon con comisiones, gastos y especulaciones suicidas los fondos de pensiones, para que al final de su vida los jubilados se encuentren despojados y en peores condiciones por que dilapidaron su plata en juergas y en saqueos descomunales, para que después se justificaran alegando que la población envejeció, como si ello hubiera ocurrido de un día para otro.

En ese mismo entorno se han multiplicado las casas de empeño que cobran intereses que ruborizarían al peor usurero, en un atraco a las necesidades más apremiantes de quienes no midieron las consecuencias de sus deudas.

Ante esta verdad, los próceres del Congreso no se atreven a tocar ni con el pétalo de una rosa a toda esa pandilla de asaltantes, y solamente lanzan advertencias amonestantes que no sirven para nada. En esta crisis los únicos “intocables” son los dueños de la sacrosanta banca, los prestamistas más infames y todo el resto de los beneficiarios de esta juerga siniestra, a los que les han entregado una central de riesgos para seguir extorsionando, como premio a sus deshonestidades. La población ya no tolera más a los agiotistas intocables.

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