El temible escenario

Rosalía Arteaga Serrano

Nunca el Ecuador me pareció más frágil que ahora, cuando acabamos de salir de un gobierno dictatorial, pero que todavía tiene sus tentáculos en innúmeras instituciones públicas, y cuando aún muchos ciudadanos no se han retirado la venda de los ojos y creen a pie juntillas en el mito del socialismo del siglo XXI, que tanta miseria e intranquilidad ha traído a nuestra América.

Esa fragilidad está dada por la herencia acumulada, en la que se mixturan tanto la prepotencia, la corrupción, el odio, las bajas pasiones, así como también los temores de muchos, la dramática situación económica, que habla de un estado quebrado con similitudes con el caso griego, pero con la diferencia de que no tenemos detrás la banca europea que nos salve, aunque todavía nos escudamos en un dólar que tampoco protegemos, como una especie de tabla de salvación.

La quiebra moral es aún más grave, situación que compartimos con Brasil, Argentina, Venezuela y otros ‘revolucionarios’ que dilapidaron la buena racha del precio de los comodities y se endeudaron, malversaron fondos y se enriquecieron. Que solo esperan que el tiempo transcurra para sacar a relucir esas fortunas.

A lo dicho se suma la frontera norte, donde no se previeron los resultados que la aparente desmovilización de las FARC le iba a traer a los territorios vecinos, en los que se dieron leyes tan absurdas como la no necesidad de visa de ingreso para los extranjeros, sin darse cuenta del peligro que ello encerraba.

Vivimos el inicio de una escalada a la que no se le avizora el fin. Se necesita el liderazgo de la máxima autoridad, la convocatoria a todos los estamentos de la sociedad, los oídos abiertos para los consejos sanos y el recambio de autoridades ministeriales que hacen mucho daño a su administración y al país.