En la línea de fuego

MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

A partir del gobierno de Correa el periodismo en Ecuador se convirtió en una profesión de riesgo; para el expresidente no había nadie más peligroso que aquel que pudiese descubrirle sus argucias y poner en conocimiento a la comunidad de aquello que sucedía.

No hubo sabatina en la cual no le dedicase un tiempo para deslegitimar la labor investigativa de la prensa. Con ello consiguió crearle a la ciudadanía la percepción de que los comunicadores solo obstruían el trabajo del gobierno, fue así como en poco tiempo, cada ciudadano hizo suyo el odio que Correa les repartía cada sábado.

Aun hoy vemos cómo en cada publicación noticiosa, alguien sin criterio se toma la molestia de insultar y criticar una noticia, al medio y al periodista; cada uno de ellos pone en práctica la lección aprendida. Correa debe sentirse bien, pues, su legado de odio germinó y ahora empezamos a recoger sus amargos frutos.

Qué impotencia que sentimos quienes optamos por seguir la línea de la comunicación y nos dimos cuenta cómo poco a poco nuestra profesión fue puesta a prueba, solo por decir la verdad, por querer ir más allá del rumor infundado. Cuántos debimos pensar, por qué Correa no se dedicó con ese mismo entusiasmo con el que denostaba a los comunicadores, a combatir la delincuencia y a aquellos grupos irregulares que ya empezaban a hacer de nuestro país su ruta comercial.

Al parecer le fue más sencillo agredir a aquellos que tienen como misión develar lo que él pretendió ocultar e invalidar, aquello que ahora está claro y que salta a la vista, que nuestro país nunca más fue soberano peor aún desde que los revolucionarios se hicieron del poder.

Ahora nos faltan tres y esa sensación de vacío nos hace reaccionar frente a lo importante que es ir detrás de la libertad, hoy más que nunca es cuando no debemos callar, porque no podemos permitir que el miedo nos arrebate ese impulso de dar luz a la oscuridad. Por esos tres, ahora más que nunca, no debemos callar.

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