Revoltijo

CARLOS CONCHA JIJÓN

Ese es el estatus como ha dejado al país la ‘robolución del correato’, que pasará a la historia como la más grande degradación, en donde la filosofía ética se la introdujo en un trapiche, sacándole toda su nobleza, para dejar simplemente el bagazo desprovisto de moralidad.

Maquinaron irreflexivamente bajo una aterradora avalancha de codicia, dejando huellas por todas partes, de cada una de sus fechorías en un entorno inimaginable de corrupción purulenta, que salpicó pestilente por todo el país, cuando se llevaron el botín.

Parecería que hubo una confabulación de arpías o víboras reptando sobre el fango de la inmoralidad, introduciendo sus garras enfermizas de avidez, por todo lo que significó para ellas: un elixir que sació sus desbordadas ambiciones, en la obtención de riqueza fraudulenta.

Luego del ataque desbordante de cinismo, las mafias enloquecidas en el abordaje al petróleo, los contratos millonarios, los sobreprecios, los robos descarados, etc., festejaron felices sus atracos que representaron un despelleje de la riqueza nacional y sobre todo profundas heridas al corazón de la Patria, que hoy sangra exigiendo justicia condenatoria para todos aquellos que osaron infringir malestar de indignación al pueblo ecuatoriano.

Hoy, tras las investigaciones judiciales, están saliendo a luz una serie interminable de inmoralidades cometidas por esa bandada de cuervos carroñeros, que debieran estar en lo más profundo del abismo tétrico y que hoy pululan ufanos en la colectividad ecuatoriana, satisfechos por haber saciado su sed de riqueza.

El barrullo ha superado cualquier grado de escándalo, pero no encontramos explicación, ¿por qué a esta altura del partido no se determina al jefe, sabiendo que toda banda mafiosa tiene su capo o padrino, que es la cabeza ejecutora? Pero sabemos también por los infaustos acontecimientos de corrupción y ciertos pedidos de inculpaciones, que estaríamos próximos a tener una película más clara, que permitiría saber el nombre del flamante ‘Don Corleone’.

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