CARLOS CONCHA JIJÓN
Tres vidas cayeron en las garras miserables del atrevimiento y la barbarie de insensatos, que pueden ser comparados como bestias salvajes; grupo de fanáticos desprovistos de dignidad, enmascarados bajo las sombras fúnebres del terrorismo sanguinario, que hace verter ríos de sangre en un contubernio criminal con el narco-terrorismo, destructor de vidas inocentes.
Los narco-terroristas, como quinto jinete apocalíptico, ejercieron su poder dañino y malévolo sobre tres vidas que daban sus esfuerzos en el trabajo noble y sacrificado del periodismo, puesto al servicio de la colectividad ecuatoriana.
Los verdugos insolentes con la colectividad arrancaron los corazones de Javier, Paúl y Efraín, dignos luchadores, guerreros de la investigación periodística; fueron presa de la barbarie caníbal e inhumana impuesta con vileza por “monstrum per defectum”, engendros del mal, perturbados en su alma por una hoguera criminal que los consume.
El pueblo ecuatoriano llora la partida temprana e injusta de tres vidas; hay un grito conmovedor mesclado con lamento e ira incontenible por esas vidas y otras que cayeron cercenadas de manera grotesca e inhumana; es el grito unánime que retumbará siempre en el firmamento del país exigiendo justicia y condena para los criminales.
Hoy en esta hora trágica del espanto, el país hierve de dolor, pero pensando que no debe dejarse vencer por el pavor de esta desgracia y que puede ser el momento frente a este miserable acontecimiento, que haya una convocatoria por parte del Presidente de la República, a una marcha cívica, en todas las ciudades del país, como un acto de unidad patriótica nacional para reclamar, rechazar y condenar los actos perpetrados por el terrorismo y el narco-tráfico.
Ello, para permitir que la voz de los ecuatorianos se escuche con fuerza en América y el mundo. Creo que es la hora del fortalecimiento de la unidad nacional para combatir esta lacra social que está destruyendo la paz y la tranquilidad de la colectividad ecuatoriana.