Tragedia

Patricio Durán

En cualquier momento la tragedia puede llegar a formar parte de nuestras vidas, y de hecho, hoy lo es para todos los ecuatorianos. El tema es saber cómo afrontarla y fortalecerse a partir de ella. Sin duda alguna, nadie en su vida quiere enfrentarse a una tragedia. Pero estas, inequívocamente, suelen aparecer sin que nadie las llame y las requiera. Son parte esencial de la vida y, tomadas como corresponde, hasta pueden llegar a convertirse en una instancia de aprendizaje, en un hecho forjador de espíritu y carácter contra la adversidad. Por supuesto, nadie quiere padecerlas, pero a veces se vuelven inevitables. Es por esto que siempre bien vale la pena reflexionar acerca de ellas.


El terremoto que asoló al Ecuador el sábado 16 de abril, sobre todo al Litoral -cuyos efectos recién empiezan a ser evidentes- no puede dejar indiferente a nadie. Todos los ecuatorianos debemos unirnos como un puño, dejando de lado cualquier rivalidad y tendencia política. Hoy es el momento de la unión, de ver por el hermano en desgracia. Este es el momento de extender la mano.


Las escenas que se miran a través de la televisión son desgarradoras, y eso que no pasan todas. Habitantes de pueblos como Canoa en Manabí, dicen que sus muertos se encuentran abandonados en el parque principal, en descomposición, con todos los peligros que eso significa y la ayuda tarda en llegar. Hay más muertos de lo que señalan las cifras oficiales. La gente duerme en las calles.


Mucha gente ha perdido sus bienes materiales. Pensándolo bien, las cosas materiales no nos pertenecen, parece que son nuestras pero no lo son. Ahora, en un santiamén, muchos compatriotas se han quedado en la calle.


Los ambateños surgimos de las cenizas del terremoto de 1949. Confiemos en que nuestros hermanos de la Costa también puedan hacerlo, y de hecho, lo harán.