Apología del delito

MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

De un tiempo para acá, frases como “parcero”, “llave”, “a lo bien”, “vale” se han vuelto muy comunes de escuchar en nuestro medio, sin dejar de lado otros términos como “pinche” o “wey”; sin lugar a dudas existe una marcada influencia de aquello que emiten nuestros medios televisivos, que de pronto ha calado profundamente en la ciudadanía, al punto de que no solamente se ha asumido su léxico, sino también parte de una cultura que en algún momento nos fue extraña y que ahora por la cercanía por las producciones audiovisuales se nos ha hecho común y cotidiano.

No quiero “machacar” a estas dos culturas que son muy ricas y ancestrales; pero ¿qué es lo que nos están vendiendo las novelas o las producciones colombianas y mexicanas? Se habla de una narco-cultura y son precisamente nuestros jóvenes los que hoy receptan, a través de las producciones estas novelas, que en los últimos años se han encargado de crear un conjunto de códigos e imágenes con los que se juzga a cualquier personaje de estas nacionalidades que he mencionado.

De igual manera la industria televisiva en cierto sentido nos impone una producción cultural y de entretenimiento, donde se producen y reproducen antivalores y se instituyen modelos o formas de vida y esto en sociedades menos favorecidas son un aliciente a cómo poder salir de la pobreza, sin hacer mayores esfuerzos.

Violencia, opulencia y machismo, además, de una exagerada exaltación a la belleza, no precisamente a la natural sino aquella forjada por la fuerza de un bisturí, es a lo que son expuestos los consumidores de estas series.

Es cierto que hay una opción única y válida, si algo no nos gusta y no estamos de acuerdo podemos apagar el televisor o cambiar de canal, pero eso lo podemos esperar de las personas con criterio formado, independientemente de su edad. Pero ¿qué podemos esperar de jóvenes que pueden llegar a enaltecer esos antivalores y no solo los ligados a la belleza, sino en sumo grado a la violencia?

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