Cierta verdad

Jorge Oviedo Rueda

No se puede decir que Rafael Correa pasó por nuestra Historia como un suspiro imperceptible. Si bien es cierto aquello de que “el Ecuador ya cambió”, lejos está de ser una realidad, tampoco se puede decir que nada ha cambiado.

Comencemos por lo primero. Si viajamos por el país, lo hacemos por carreteras de primer orden. En diez años se cambió la realidad vial. El correísmo se defiende diciendo que parte del gasto público está en esta red, sus opositores dicen que ahí está concentrada la corrupción. Mientras se dilucida este problema, unos y otros viajan cómodos y seguros a sus destinos. Yo opino que Correa debió haber hecho al revés: tejer una colosal red de caminos que vayan del caserío a las grandes ciudades, pero, bueno, eso a nadie le interesa discutir.

La reforma del Estado es otra obra digna de destacarse. No se alcanzó la descentralización necesaria, pero el proceso estaba encaminado. La ciega oposición clasista la está eliminando y la “trucha oposición” sólo demuestra su inconciencia pequeñoburguesa ayudando -cargada de “buenas intenciones”- a que se consolide la restauración conservadora.

Lo otro es más de carácter ideológico, cierta verdad que ahora se la quiere tapar bajo el peso de la denuncia moralista, del escándalo que ve en el musitar de un ratón el rugido de un león. Creo que no es saludable para el país cambiar de ladrones. Lo saludable es eliminarlos.

Es que hay cierta verdad que no se la quiere reconocer. Es cierto que los líderes del socialismo del siglo XXI se apropiaron del discurso revolucionario para apuntalar el edificio del capitalismo, pero no es la derecha corrupta la llamada a desenmascararlos, tiene que ser un movimiento de izquierda heroico que apunte a la construcción de un nuevo socialismo, humano y liberador.

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