Un documental derrumba el Estado de propaganda que Correa instaló en Ecuador

PROCESO. El joven realizador se dedicó nueve meses a esta tarea.
PROCESO. El joven realizador se dedicó nueve meses a esta tarea.

Nuevo documental de Carlos Andrés Vera. Se estrenará en los EDOC y de allí tendrá temporada en el Ochoymedio.

¿Cuál es el colmo de un documental que habla sobre censura?
Que lo censuren.

¿Qué pasó?
La película fue aprobada por todas las instancias de las cadenas de cine que se encargan de esta tarea. Pero por su contenido político, la aprobación pasaba por los accionistas de las cadenas. Uno de ellos me dijo que acogía la cinta si no iba solo. La segunda cadena dijo que iba si iban las otras dos cadenas. La mayoría de accionistas dio luz verde. Pero al final el personaje más importante de una cadena dijo no. Dijo que consideraba importante la estabilidad del Gobierno actual. Eso para mí es absurdo porque un documental no desestabiliza a ningún gobierno. El censor más claro de la década podrá haberse marchado, pero todavía queda en nuestra sociedad una atmósfera de autocensura.

¿Cómo se destraba esto?
Se destraba con todos los actores sociales abriéndose a la verdad, por dura que esta sea. Por eso en Propagandia están Iván Carvajal, Santiago Roldós, Ruth Hidalgo… Gente decente. También están políticos y periodistas. El valor de los testimonios reunidos es muy alto y dan cuenta de un Estado de propaganda. Un Disneylandia de la propaganda.

¿Un país ficcionado?
Exacto, en donde todo se discute a partir de un eslogan. Tenías corrupción en la Refinería de Esmeraldas, pero el discurso era el de la década ganada y la prensa corrupta. El documental muestra la lógica de esa construcción social cuya batalla final fue la elección de 2017.

En un Estado de propaganda, el poder cambia las narrativas y las biografías. ¿Cómo Propagandia interpela ese abuso?
Quise humanizar a quienes fueron deshumanizados por la propaganda. Por eso filmé a estas voces de frente, mirando a la cámara, en sus ambientes de trabajo. Con ese juego de cámara y con la fuerza de sus argumentos, los entrevistados exponen sus tesis y el espectador los reivindica, porque los está escuchando de una manera muy íntima.

El documental trasluce, de entrada, un aire sardónico. Este recurso, si bien, puede ser muy potente también pudiera secuestrar la intención creativa del trabajo. ¿Con qué medida se apela a este recurso?
Todas las frases que leo son de ellos. Todas las imágenes que empleo son de ellos (los correístas). Yo solo exagero un poquito… Y cuando uno relee dichos discursos, ve que es ridículo. Pero lo grave es que la sociedad no se dio cuenta de todo lo que le mostraron durante 10 años. La sociedad se comió esa pastilla. Por eso, con esa introducción del documental propongo un antídoto para la pastilla estupidizante de la década. La gente creyó ciegamente.

¿Por qué el país no deja de ser rentistas? Si viene alguien con una nueva pastilla, quizá nos la volvemos a tragar…
Por un lado, no hay que subestimar el poder de la propaganda. Desde Mussolini hasta Trump, pasando por Uribe. No importa la ideología. Y en el caso de Ecuador, el país se vio embrujado por el dinero, por la capacidad de consumo. De pronto hubo alguien que dijo ‘sí, están robando, pero yo estoy bien, tengo mi carro, mi departamento’. Ecuador dejó de lado la ética por un salario cómodo.

¿Por eso se vio tantos contorsionistas intelectuales justificando un proceso concentrador?
En el fondo llegué a comprender que esas personas se disfrazaron de intelectuales, cuando realmente son unos ‘fachos’: gente que cree en los recursos de la democracia pero solo para cooptarla. Todos tenían como objeto la apropiación del Estado para dar vía libre a la corrupción y la impunidad. Y todos los que los aplauden desde la academia no son más que cajas de resonancia de una mafia delictiva. (IFP)