Sergio Ramírez

Patricio Durán

Es un escritor y político nicaragüense. En 2017 ganó el Premio Cervantes convirtiéndose en el primer centroamericano que obtiene uno de los galardones más importantes en lengua castellana por su capacidad de reflejar “la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte”.

“Escribo entre cuatro paredes, pero con las ventanas abiertas”, dijo hace poco en Alcalá de Henares en su discurso de recepción del Premio Cervantes. Por esas ventanas se ha colado estos días la sangrienta represión de los que protestan en Nicaragua contra la reforma de la Seguridad Social decretada —y luego derogada— por el Gobierno del dictador Daniel Ortega. Los modos dictatoriales de sus excompañeros sandinistas —Ramírez fue vicepresidente de su país hasta 1990— llevaron al premiado a saltarse el protocolo literario en un acto presidido por los Reyes, al que también acudió el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Con un lazo negro en la solapa, Ramírez subió al púlpito del Paraninfo de la Universidad de Alcalá, abrió una carpeta celeste y dijo: “Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales porque Nicaragua vuelva a ser república”. Enseguida lo explicaría en su discurso: “Como novelista no puedo ignorar la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad en que vivo”. “Cerrar los ojos es traicionar el oficio”, dijo para reivindicar el protagonismo que su literatura reserva a los ignorados por la historia, aquellos que caminan “hacia las fauces que los engullen”, víctimas de un poder que “no lleva en su naturaleza ni la compasión ni la justicia y se impone por tanto con desmesura, cinismo y crueldad”.