Entrevista: Mario Bellatin, el bromista literario

Autor. Participa en ‘Escritor visitante’, en Quito (Foto: UDP)
Autor. Participa en ‘Escritor visitante’, en Quito (Foto: UDP)

Desde ‘Salón de belleza’, su nombre es uno de los infaltables dentro de la literatura en lengua española. ¿Por qué? Pues como el propio Mario Bellatin diría: ‘los buenos libros salen adelante solos’.

El narrador peruano-mexicano es el invitado en la quinta edición de ‘Escritor Visitante’, una propuesta del Centro Cultural Benjamín Carrión (CCBC) y La Caracola Editores, que incentiva un intercambio intelectual con figuras de la literatura latinoamericana y el público.

Hoy, a las 18:30, Bellatin dará la conferencia ‘Escrituras del siglo XXI’; y mañana, a la misma hora, será entrevistado en vivo por el escritor guayaquileño Luis Carlos Mussó. Ambas actividades son en el CCBC con acceso libre. Previo a su llegada a Quito, el autor de ‘Damas chinas’ atendió todas nuestras inquietudes vía correo electrónico.

Eres consciente de que no solo se escribe con lápiz. Has dejado claro que se puede escribir con la fotografía o el cine, por ejemplo. Alguna vez dijiste que confías en quienes nacieron escribiendo y se entregan a esa actividad. ¿Con qué escribía el pequeño Mario? ¿Por qué hasta ahora entregarse a esta actividad?
La escritura en la que confío es la que queda en el papel. Lo demás, fotos, puestas en escena, películas, no son un fin sino un medio para que esa escritura formal, por llamar de alguna manera a la de las palabras colocadas sobre una superficie formando sentido, pueda seguir adelante. Necesito esos recursos para tener cierta perspectiva de trabajo. Todo lo demás son herramientas, fácilmente descartables.


Llegas a Quito para hablar de las ‘Escrituras del siglo XXI’. Hace unos cinco años publicaste ‘Gallinas de madera’, donde se aborda al checo Bohumil Hrabal y al francés Alain Robbe-Grillet, de mediados del XX. ¿Hay autores más próximos al XXI sobre los que escribirías? ¿Qué rescatas de estas dos décadas del XXI?

No. Hay un error de percepción. No me acerqué con un interés intelectual a los dos autores. Hrabal, a quien admiro desde hace mucho, apareció en mis textos por la escena final de su vida, cuando cae de un piso alto del asilo donde se halla internado. En ese momento comienza el mito sobre la muerte de un autor. Algunos afirman que resbaló al salir al alféizar con la intención de alimentar a las palomas, es decir, al tratar de llevar a la práctica un acto de vida. Otros que se tiró a la Nada hastiado de las condiciones de vida a las que había llegado. La relación entre escritura, animales y muerte fue lo que me llevó a colocar su nombre. Porque eso fue lo que hice, simplemente denominar a alguien que sale a la ventana de un hospicio y cae en el intento. A Robbe-Grillet me condujo el azar al recibir cierta mañana la llamada de los directivos de cierta universidad de ciencias, quienes me informaban que estaban preocupados por haber invitado, de buenas a primeras , a un personaje de tal renombre. A un anciano caprichoso que, para remate, muy pocos habían leído. Recordé entonces la cantidad de veces que me habían acusado, porque en ese tiempo eso eran acusaciones, de estar influenciado por tal autor, en una época donde para sostener un movimiento bautizado como latinoamericano había que denostar todo lo que se producía en Europa. El tema es más complejo de lo que puedo expresar acá. El caso fue que me enfrenté de pronto con aquel personaje, pues me pidieron que conversara con él durante más de dos horas. Recordé entonces que había publicado un diario en los 70’, lo busqué, y mis preguntas esa noche fueron buena parte de sus propias ideas maquilladas como si fueran mías. Conseguí, como es fácil imaginar, una empatía casi inmediata, y de eso modo salió una conversación bastante fluida. Fue grande mi estupor al enterarme después que fue la última presentación que tuvo en público, pues murió al poco tiempo. Aquella situación tan extrema la tomé como un extraño acto de justicia poética, y fue lo que me llevó a pedir la transcripción de nuestra conversación y ficcionalizarla en el libro ‘En el ropero del señor Bernard falta el traje que más detesta’.

En 2017 se publicó la segunda lista de Bogotá 39. ¿A quiénes has leído? ¿Qué rescatas de esa lista y de la primera de 2007?
No tengo presente a todos los que están. Supongo que he leído a varios, pero fuera de la lista. Y entiendo que se confeccionen con fines de promoción comercial, pero para alguien que está dentro del espacio de la escritura no significan nada. O, al menos, no deberían significarlo.

‘Salón de belleza’, en 2007, fue seleccionado como uno de los mejores 100 libros en lengua española de los últimos 25 años. En general, ¿qué opinas de las listas?
Es cierto, no solo entre los 100 sino en el número 16, me parece. Opino que no tiene la menor importancia. Que los buenos libros no necesitan de muletas semejantes para salir adelante.

¿Cómo convive Bellatin, eminentemente narrador, con la poesía?
Ahora que me lo preguntas reparo en que he hecho casi de todo dentro de las artes, menos en música y poesía. Imagino que las considero áreas sagradas a las que no me atrevo acercarme.

Lourdes González, poeta cubana, me decía que hubo una discrepancia contigo vía Facebook, me parece, pero que aquello dio paso a que se conocieran justamente en Quito. Con esta experiencia, ¿cuáles son las ventajas de los desencuentros?
Ignoro quién es Lourdes González, una vez que mencionaste su nombre intenté sin resultado ubicarla en las redes sociales. Pero si es cierto, como afirma aunque no he encontrado ninguna huella, hablé con ella por Facebook pues debo decir que el personaje que utiliza esa red social no soy yo. Es decir, tomo ese lugar como el espacio de la impostura, de la falsedad, de la máscara, donde muy rara vez expreso lo que pienso. Y las discrepancias o los acuerdos me parecen una pérdida de tiempo, que nada tienen que ver con escribir.

Ahora, pensando en los encuentros. De la literatura al cine, ¿qué libros tuyos sientes que deberían ir a la pantalla?
‘Salón de belleza’. Yo he hecho una copia casera, con estudiantes de secundaria haciendo la parte técnica. Es una película muda, con la cual hago distintas presentaciones, y en cada una de ellas digo en voz viva un texto diferente con lo que cada vez el sentido queda trastocado.

¿Qué opinas de las etiquetas? Por ejemplo, que cuando hablen de ti digan el “controvertido” o el “polémico” escritor…
El Literary Prankster (bromista literario), como me bautizó el New Yorker. Este término, por ejemplo, me agrada.

¿Cómo etiquetar a los críticos o periodistas que etiquetan?
Fieles cumplidores de un deber venido no se sabe de dónde.

¿Qué huella es la que se deja cuando uno es un ‘Escritor visitante’?
Espero que ninguna externa. Que nadie sepa algo nuevo. La intención quizá sea que puedan ser más diestros en leerse a sí mismos, y que la magia y la maravilla está dentro de cada uno.

¿En qué estás trabajando actualmente? ¿Qué se viene?
Un mamotreto. El libro de todos los libros, por denominarlo de alguna forma. Volver de una manera nueva sobre lo mismo. Tener una interminable conversación conmigo mismo. Terca, obtusa, boba, como la que comencé hace ya cerca de 45 años. (DVD)

Perfil

Mario Bellatin

° Escritor peruano-mexicano (1960). Estudió Teología, Comunicación y Cine. Es autor de ‘Salón de belleza’ (1994), una de las mejores novelas en español. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan los premios Xavier Villaurrutia, Mazatlán de Literatura y Casa de las Américas-José María Arguedas.