Samay Huasi, museo en Imbabura donde los caranquis ‘reviven’

GUÍA. Un letrero pintado a mano indica cómo llegar, por una vía empedrada, al museo. (Foto: EFE/Gabriela Endara)
GUÍA. Un letrero pintado a mano indica cómo llegar, por una vía empedrada, al museo. (Foto: EFE/Gabriela Endara)

Este lugar, en Imbabura, reúne telares, vestimenta, vasijas… recuperadas de los interiores de las tolas.

Redacción ANGOCHAGUA

EFE

Descendientes de la nacionalidad indígena Caranqui, de las más antiguas de Ecuador, buscan recuperar su cultura e identidad a través de una pequeña choza-museo que alberga utensilios y artesanías encontradas en tumbas precolombinas por toda Imbabura.

En la comunidad de Angochagua, uno de los asentamientos donde aparentemente residieron los caranquis hace más de 500 años, la pequeña casa guarda piezas arqueológicas de esta antigua población, en un intento por recuperar las raíces ancestrales que les fueron arrebatadas por los incas y españoles en los siglos XV y XVI.

Revestida con paredes de adobe y techo de paja, ha recibido el nombre de museo Samay Huasi, voz kichwa que en español significa ‘casa de descanso’. Alberga fotografías, telares, vestimentas típicas y otros artículos como vasijas, ollas y lo que parecen ser piernas de muñecas de cerámica que fueron encontrados en el interior de ‘tolas’ o montículos de tierra donde se enterraba a los caciques o señores importantes de las comunidades indígenas.

GESTOR. Fernando Colimba, su mujer Rosa Sandoval y su hija posan a la entrada de la choza-museo. (Foto: EFE/Gabriela Endara)
GESTOR. Fernando Colimba, su mujer Rosa Sandoval y su hija posan a la entrada de la choza-museo. (Foto: EFE/Gabriela Endara)

Memoria histórica sobre esta cultura
“Todo lo que se exhibe aquí es exclusivamente una memoria de los abuelos de la comunidad”, dijo el fundador del museo, Fernando Colimba, descendiente de una nacionalidad que en la actualidad reclama aglutinar a más de 6.360 miembros repartidos por Imbabura, al norte de Quito.

En las visitas guiadas por el museo, los turistas escuchan relatos sobre antiguas costumbres de la comunidad: “La idea es explicar cómo nuestros antepasados trabajaban, por ejemplo, con la lana o utensilios con los que cocinaban”, comenta Rosa Sandoval, esposa de Colimba.

Algunos de los utensilios fueron obtenidos mediante el trueque, otros comprados y el resto los recuperaron gracias a arqueólogos con los que han trabajado a lo largo de los años.

El museo tiene 15 años de vida y empezó por iniciativa familiar de Colimba, un comunero de Angochagua que veía en los objetos de uso cotidiano verdaderas reliquias para preservar.

MUSEO. La choza-museo es una típica construcción indígena de adobe y paja. (Foto: EFE/Gabriela Endara)
MUSEO. La choza-museo es una típica construcción indígena de adobe y paja. (Foto: EFE/Gabriela Endara)

Interés
Sandoval cuenta que el trabajo para consolidar el museo ha sido arduo, pero asegura que es gratificante compartir su cultura con los visitantes, que no llegan a los 200 al año.

Sobre los intentos de recuperación de una identidad erosionada en los últimos cinco siglos, el arqueólogo Simeón Floyd, profesor de Antropología de la Universidad San Francisco de Quito, confirmó que se trata de un fenómeno relativamente nuevo.

EL DATO
Angochagua es una parroquia rural ubicada al sur de Ibarra (Imbabura), creada en mayo de 1861. Está conformada por las comunidades de Magdalena, Rinconada, Angochagua, Chilco, Zuleta y Cochas. “’Cara’ es una palabra que se utiliza para referirse a las culturas preincaicas de la zona norte de Ecuador”, manifestó al explicar que “existen pocos datos” sobre la época en la cual los distintos grupos culturales de la Sierra ecuatoriana comenzaron a tener sus primeras transformaciones idiomáticas y culturales.

Sin embargo, el académico marca la llegada de los incas y la conquista española como puntos de inflexión que llevaron a todos los grupos andinos a adoptar una identidad regional kichwa o runa.

Para Floyd, las comunidades andinas empiezan a interesarse en la actualidad por una historia más propia y comprenden que “no eran siempre kichwas o runas” sino parte de otro grupo originario anterior.

Recuperación de la identidad
° El pequeño museo Samay Huasi supone para Simeón Floyd, profesor de Antropología de la Universidad San Francisco de Quito, un intento de “formar una identidad específica para la región donde están ubicados” y que les diferencie de los otros indígenas de la región, por lo cual “han tomado el nombre Caranqui, que es una denominación histórica para ese pueblo preinca”.
Los testimonios y crónicas de la época Colonial sitúan a los caranquis en la hoy provincia ecuatoriana de Imbabura, el sur de la del Carchi, y quizás también el norte de Pichincha.

Objeto de fuertes debates entre académicos, la mayoría coinciden hoy, después del análisis de yacimientos y tumbas en la zona, en que se trataba cuanto menos de una sociedad organizada y desarrollada.

Algunos incluso aseguran que pasaron el nivel de tribu para conformar un casi estado o incluso una confederación con grupos identitarios similares, con la que trataron de hacer frente al más poderoso y arrollador Imperio Inca, que acabó absorbiéndolos antes incluso de la llegada de los españoles.