Pentecostés personal

POR: Luis Fernando Revelo

Se cuenta que Leonardo da Vinci cuando iba a pintar la “Última Cena”, salió a las calles de Florencia buscando a un joven de rostro noble, de mirada pura, que le sirviera de modelo para pintar el rostro de Jesús. Encontró, entonces al joven Pietro Bandineli. Dos años más tarde, este mismo artista, decidió pintar a Judas Iscariote y nuevamente buscó por las calles de Florencia algún joven cuyo rostro por su mirada, por su actitud, encarnara al traidor Judas Iscariote. Lo encontró en la cárcel, allí estaba un joven cuyo rostro reflejaba odio y traición. Lo llevó a su estudio y grande fue su sorpresa cuando le dijo: – “Hace un par de años, Ud. quiso pintar el rostro de Jesús, me utilizó a mí como modelo y ahora me vuelve a solicitar mis servicios para pintar el rostro de Judas Iscariote”.

El prisionero elegido como modelo era el mismo Pietro Bandineli. El crimen, la lujuria, la droga, el licor lo habían destruido físicamente. Cuántas personas se encuentran en la misma situación de Bandineli. De personas puras, nobles y santas se han transformado en seres arruinados por el pecado. Hace falta reavivar el fuego del Espíritu Santo. Hace falta un “Pentecostés personal”.

El Espíritu Santo lo tenemos desde el día de nuestro bautismo, pero no advertimos su presencia con esa intensidad con que la advirtieron los apóstoles el día de Pentecostés. En la pila bautismal y en la confirmación habíamos recibido un regalo de Dios, pero jamás se nos ocurrió abrir el paquete.

El Espíritu Santo viene a re-crearnos. Ninguna “novedad pascual” se da sin su potencia recreadora. Hay que dejarse conducir por Él. Es Él quien nos descubre el paso del Señor en la historia, quien descifra adentro los signos de los tiempos, quien nos urge a la autenticidad, al cambio y a la conversión.