Los manjares tradicionales evolucionan con la tecnología

SABOR. El ponche es una de las bebidas tradicionales que ha mantenido su receta a través de los años.
SABOR. El ponche es una de las bebidas tradicionales que ha mantenido su receta a través de los años.
TRADICIÓN. Las recetas de la Heladería Caribe cumplen 68 años.
TRADICIÓN. Las recetas de la Heladería Caribe cumplen 68 años.
RECUERDOS. Para Magdalena Moya la espumilla representa una vida de trabajo y esfuerzo.
RECUERDOS. Para Magdalena Moya la espumilla representa una vida de trabajo y esfuerzo.

Hace 68 años, cuando Esther Báez empezaba a popularizar sus helados, los jugos de fruta se mezclaban a mano. La maquinaria que cumple este proceso en pocos minutos no existía y todo era cuestión de fuerza física. La producción llevaba horas y la demanda era cada vez mayor.

María Espinoza, una de las herederas de su tradición, recuerda cómo su padre, Luis Espinoza, hizo un primer intento de tecnificación. Con un conocido de la familia que construía máquinas diseñó una máquina que permitía batir los ingredientes con un motor. El proceso aún no se tecnificaba por completo, pero fue un paso importante.

Detrás de la Heladería Caribe, la habitación donde se elaboran los helados es como una pequeña fábrica con maquinarias y congeladores que hacen el trabajo de varios hombres en pocos minutos. Los clientes solo ven el producto terminado en la que durante años se ha conocido como la ‘Esquina de los helados’.

La receta es la misma y los secretos de Báez, quien nació en Mulaló, ahora están con sus hijos. Cada año celebran la creación del local con alegría pues fue el resultado del esfuerzo de sus padres, quienes empezaron arrendando solo una parte de la casa en la que están ubicados y luego lograron comprarla.

En ese mismo sitio, siete de nueve hermanos mantienen la tradición y han tecnificado los procesos de los helados y otros dulces tradicionales como el ponche elaborado con leche y huevos. Aseguran que su receta de la bebida, que antes se conseguía en los carritos de los ‘poncheros’, es una de las que más piden sus clientes.

La evolución para ellos también ha llegado en la atención al cliente, comenta Loly Espinoza, quien se ha encargado de seguir innovando en el local para que los visitantes se lleven un buen recuerdo. Sus aniversarios los celebran en mayo con nuevas propuestas gastronómicas y actividades especiales.

Espumilla para el mundo

Para Magdalena Moya hablar de la espumilla es recordar la historia de su vida y la de su familia. El manjar ha sido el sustento de tres generaciones. Su madre, ella y sus hermanas, y ahora su hijo han elaborado el dulce tradicional a partir de la guayaba.

Hace más de 50 años la madre de Moya recorría las calles con un recipiente al hombro y su parada habitual era la escuela Sucre. En ese entonces preparaba el producto en su casa, de manera artesanal. El olor de la fruta era lo que más llamaba la atención de la quiteña, quien ahora tiene 58 años.

Actualmente, con una batidora industrial, se realiza la nueva fórmula que creó su hijo, quien estudió gastronomía. Está en la puerta de su local ‘Las Espumillas de La Michelena’, ubicado en la calle Espejo. Pero este manjar ya ha cruzado fronteras. Magdalena Moya caminó con el postre ecuatoriano por la Av. Roosevelt, en Nueva York (EE.UU). Ahí lo ofrecía a los latinos que transitaban a diario. Recuerda que en ese sector hay muchos vendedores que expenden sus productos en la calle. Con frutas y trocitos de chocolate, la mujer decora el dulce tradicional en el que ahora ya no se utiliza azúcar sino que se endulza con las mismas frutas. Este año espera abrir dos nuevos locales en la ciudad en los que la espumilla será la protagonista. (PCV)