La farsa

Freddy Rodríguez García

La farsa se cumplió a cabalidad en Venezuela, tal como lo planificaron sus mentores hace tiempo. La pantomima de unas elecciones aparentemente democráticas, para perennizar en el poder a una dictadura que hoy luce desembozada, es uno de los pilares fundamentales de la estrategia de los “socialistas del siglo XXI” quienes, con prepotencia y desvergüenza, gobiernan los países en donde, en mala hora, accedieron al poder, quizá luego de una primera elección legítima para luego, utilizando toda clase de triquiñuelas, mantenerse en los cargos, rodeados de una camarilla de serviles y adulones que, haciendo tabla rasa de la ley, de la ética y de la moral, esquilman los recursos públicos, construyendo una arquitectura jurídica para convertir a todas las funciones en instituciones de la República en una suerte de caja de resonancia, en donde siempre se escucha y prevalece la voz estentórea del mandamás. Así, torciendo leyes o interpretándolas a su antojo, hacen lo que se les viene en gana, favorecen a agnados y cognados con jugosos contratos de obras o servicios públicos, y ríen socarronamente cuando alguien osa criticar su accionar, espetando la consabida frase, paradigma de los corruptos: “pruébenme que me he beneficiado con un solo centavo de un contrato público”; otros, más audaces, amenazan hasta con suicidarse, si se les comprueba algún acto de corrupción. Ante tal demostración de cinismo, merece la pena recordar la respuesta que dio un diputado en algún país, cuyo nombre se ha esfumado de mi memoria: “Te he acusado de ladrón, no de estúpido”. La farsa se cumplió a cabalidad el domingo pasado en Venezuela, y el impresentable e ignorantón Nicolás Maduro Moros reía a mandíbula batiente, refocilándose por haber conseguido, según él, el apoyo de “millones y millonas de venezolanos y venezolanas”, respaldado por personajes de la calaña del ex pateador de pelota y aspirador de polvos finos, Diego Maradona, y de otro personaje también de baja calaña, el ex jefe de todos los jefes en el Ecuador, protector de prontuariados, y admirador confeso del comandante Hugo Chávez, mentor de esa bazofia política. La opereta bufa se cumplió una vez más.