Mal control

Jorge Zambrano

El crecimiento si así puede llamársele al Producto Interno Bruto registrado el año pasado fue francamente frustrante, según datos oficiales preliminares; apenas 1.5%.

Lo peor es que, a pesar de los indiferentes esfuerzos de las autoridades financieras y monetarias del país por bajar la inflación, parece que ésta cerró en más al concluir 2017; por encima del pronóstico que se hacía al comenzar ese año.

Detrás de esas variables: crecimiento del PIB e inflación está el dramático control del gasto público, sobre todo en construcción de infraestructura, salud y educacion, el peso final de la política financiera y monetaria contractiva recayó en el grueso de la población: los asalariados y los campesinos.

Este repunte de la productividad del trabajo se dio junto a la obvia incapacidad del conjunto de la economía para generar el número de empleos perdidos durante la recesión, unidos a los que debieron haberse creado el año pasado, a fin de emplear a la nueva población en edad de trabajar, sin embargo, el empobrecimiento del agro obedece a muchas causas, diferentes de la suscripción de dicho Tratado, cuya cancelación sólo empeoraría las condiciones actuales de operación de muchas otras ramas de la economía nacional..

Esto parecería una ilusión, pero es algo que en otros países, especialmente de Asia, se ha logrado. La «industrialización» del campo se hizo en Corea del Sur, antes en Taiwán y Japón, y está ensayándose en China, con números y magnitudes apabullantes: este país cuenta con poco más de un quinto de la población mundial; la mitad de su fuerza de trabajo está dedicada a las actividades agropecuarias (poco menos de 400 millones de personas), y posee únicamente 7% de la tierra cultivable del mundo.

El reto es efectuar una gran transformación del agro, desde luego en un contexto de democracia creciente, pluralismo político y contiendas electorales entre diferentes partidos políticos. Es tiempo de que gobierno, fuerzas políticas, legisladores y organizaciones sociales comiencen a cambiar para, entre todos, poner el crecimiento económico y la estabilidad al servicio de la justicia social, lo cual lleva al auténtico desarrollo.

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