Ejemplos humanitarios

Germánico Solis

Tengo la seguridad que este artículo no será leído por las personas a las que voy a referirme, aquellos hombres y mujeres que sin tratarlos los he empezado a admirar y a idealizarlos, a ésos autores de perdurables alegrías para los que hacinan historias tristes, y también para quienes aperturamos la hermandad y otros valores olvidados por los habitantes de este turbado planeta.

Me enterado que la terminal de buses interprovinciales de Carapungo, permanentemente está ocupada por innumerables migrantes venezolanos, haciendo de los andenes catres improvisados, estancias de alivio para sus cansados pies y comedor; hospital sin camillas, sin médicos y sin medicinas, el lugar es un refugio mientras juntan monedas para comprar los pasajes que les llevarán hasta el Perú y luego continuar con sus destinos.

Esas penas hondas asimismo, han ocasionado aleccionadoras acciones de algunos vecinos quiteños que dejando sus ocupaciones, organizan sus familias y preparan viandas y refrigerios para entregar a los desamparados, también subsistencias o una sencilla botella de agua que remedia las hambres y el abandono que sufren los desventurados caminantes.

Serena el alma saber que esas acciones animan a los decaídos, ellos avivan la esperanza de encontrar una mejor dirección, olvidan momentáneamente la inmisericordia y lacerante desidia humana de autoridades, Cruz Roja, ACNUR, de la Iglesia que pregona la hermandad y amor, de los grupos de mujeres que propagan la ayuda y sólo cumplen con el exhibicionismo y con la pose mentirosa en fotografías tomando café. ¿Dónde están los políticos, las cámaras o los empresarios? ¿Dónde los asambleítas, las embajadas y las mujeres aristocráticas?

Posiblemente calculando cómo aprovechar la mano de obra barata y el enriquecimiento, pintándose las uñas y pensando en una nueva joya; estarán en cualquier parte, lejos de las alegrías que da una taza de avena y un pan entregado por quiteños incrédulos de leyes y de la engañosa burocracia. Esos quiteños íntegros a cambio de nada, cumplen con los preceptos de “dar de comer al hambriento, agua al sediento, vestido al desarropado y amor al prójimo”, sin xenofobia.