EDUARDO CHIRIBOGA APONTE
Lo obvio se produjo. El juicio penal contra el ciudadano común, Rafael Correa, tiene luz verde. La Jueza encargada tiene todos los elementos para proceder a hacer justicia, creando un precedente histórico que pueda llevar a este hundido país en lo ético y moral a mejores días y establecer mayor confianza del mundo en nuestra hermosa patria. La “patente de corso” que el procesado creía tener de por vida, pues pensaba regresar a la política a precautelar las fechorías cometidas por él y sus secuaces, está próxima a acabarse. Y no solo por el caso Balda, sino por crímenes mucho mayores, enterrando a la mañosa revolución. Claro está, en política, todo es posible.
Y si lo político se resuelve, permitiéndole al equipo de gobierno llevar al país por senderos de justicia y progreso generalizado, es hora de “pararle balón” a la penosa situación de la población que vive del sector agropecuario. El divorcio que existe entre el sector exportador y comercial, frente al pírrico nivel de vida de millones de compatriotas que apenas sobrevive, debido a los bajísimos precios que el intermediario y la industria les paga por el fruto de su trabajo, es algo que debería quitar el sueño al presidente Lenín Moreno y a sus ministros u optar por la política tradicional, esto es, seguir mostrando cifras alentadoras en inversión y exportación, engrosando las fortunas de unos pocos grupos y “hacerse el loco” con la calamitosa situación del sector productor.
Conservar el penoso sitial de ser un país exportador de materias primas y que el sector exportador se lleve solito los laureles, mientras que el sector comercial, intermediarios comprendidos, establezcan un margen de utilidad entre el 50 y 200%, mientras el productor apenas saca costos, es un factor que nos vuelve un país caro e injusto y debe ser materia de seria discusión a nivel nacional. Las múltiples organizaciones campesinas, muchas de ellas lideradas por gente sin visión y controladas por politiqueros, entorpecen las soluciones sostenidas a que se tiene que llegar. Y, ojo, eso no es una cuestión de tinte político, sino de estricta justicia. Y desde esta imparcial columna, estaremos vigilantes.