Vacaciones extrañas…

Hace más de una veintena no eran imprescindibles los campamentos vacacionales. Julio y agosto eran para salir al viento, tomar el sol, hacer volar cometas, magullarse los brazos, montar y caerse de la bicicleta, jugar fútbol en el parque, sudar, tomar la sopa, ver dibujos animados en TV, y cumplir en casa las órdenes de una madre todavía dedicada a las labores de hogar.

Ahora las cosas son distintas, vivimos la soledad en un mundo lleno de gente. Ya no es el sol, la lluvia, el viento la amenaza más importante de la vida de los infantes, cuanto las casas mismas, donde el internet, las redes sociales, los Ipods, celulares y más dispositivos tecnológicos podrían ofrecerles pornografía durante las 24 horas del día o hacerles presa de una alienación tal que les prive de sus semejantes.

Las enfermedades mentales son cada vez más comunes: la bipolaridad se presenta como cosa ordinaria, se exacerban conductas agresivas, los jóvenes se aburren con todo, hay niños con actitudes de viejos y los padres revolotean a su alrededor con un conjunto de distractores llegados del mundo consumista que nos rodea, que es el que dicta las normas y las modas, a tal punto que cualquier otra sugerencia es anacrónica.

En este mundo cibernético no hay espacio para un libro, ni siquiera digital, peor impreso. La tecnología y el consumismo no conocen la salutación ni el respeto; pero eso sí, junto a las cajas de los supermercados se ofertan decenas de libros que apuntan a la felicidad con este tipo de títulos: “cómo alcanzar el éxito en ocho días”; “cómo ser madre, amante y empresaria triunfadora”; “ enseña a tus hijos el arte de autogobernarse sin intervención de los padres”; “tres reglas de cómo ser buen padre”; “ aliméntate sano” y así por el estilo.

Mientras estas lecturas invaden nuestras mentes posmodernas, la internet abre los ojos de nuestros niños y el sol y el viento se reservan para los animales, nos vamos internando más y más en nuestro propio yo, a tal extremo que terminamos perdidos en nosotros mismos.

Ojalá en estas vacaciones los niños se conecten con los demás, con una lectura literaria, se mojen un poco y se tuesten por el sol.

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