¿Agonizan los libros?

Germánico Solis

En 1449 el alemán Johannes Gutenberg inventa la imprenta, queda atrás el oficio de los escribanos que reproducían libros a mano. El invento revolucionó la cultura y la comunicación, así como la propagación de los saberes. La imprenta de Gutenberg utilizó los tipos móviles e hizo posible la reproducción de libros con tirajes determinados, así sucedió con la Biblia, que apareció luego de tres años de trabajo. El revolucionario invento deja también atrás al pergamino y hace que sea el papel el elemento consustancial al libro.

Cuando han transcurrido más de quinientos años del descubrimiento de Gutenberg, los adelantos tecnológicos de esta época, parecieran precisar el fin del libro impreso. Muchos sostienen que no es cierto, dicen que no hay nada mejor que tener en el escritorio o en el bolsillo un libro impreso oliendo a papel, que se le pueda subrayar y mantenerlo en estantes y bibliotecas. Otros sostienen que el libro impreso es cosa pasada, que los libros virtuales son preferibles, que no es necesario la tala de árboles o el uso de tintas, que igual se los subraya, y hablan de incontables beneficios en comparación con las obras impresas en papel.

Como sean las preferencias nadie manifiesta que el libro desaparece, al contrario se advierte que esta vigente, fortalecido y es actual. Sea que recurramos al libro de papel o alguno con otra apariencia, lo que interesa es el ejercicio o la práctica de leer con la finalidad de aprender y sustentar el disfrute personal y colectivo.

La vivencia experimentada en el evento “Maratón del cuento” organizado por el Plan Nacional del Libro y la Lectura José de la Cuadra, ejecutado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio y que tuviera lugar hace poco en nuestra querida Ibarra, mostró a escritores, poetas y narradores, editoriales que durante un día fiestero compartieron sus creaciones con un público diverso, pero especialmente integrado por niños y adolescentes. Allí estuvieron padres de familia, instituciones, maestros, y los actores que con su voz y usando recursos lúdicos y otras imágenes, construyeron un escenario que posiciona con intencionalidad al pensamiento escrito en los libros.