Sara Palacios cruza el "Everest del agua" entre Inglaterra y Francia

Sara Palacios entrena en piscina de Quito. Foto: EFE
Sara Palacios entrena en piscina de Quito. Foto: EFE

Quito, EFE

La ecuatoriana Sara Palacios nadó trece horas seguidas para cruzar el Canal de la Mancha, conocido entre los deportistas como el «Everest de las aguas», en un trayecto de 42 kilómetros, en el que dejó lágrimas de desesperación mezcladas con otras de alegría y satisfacción.

Eran las once de la noche del pasado 11 de julio cuando Palacios, de 32 años, salió de las costas de Inglaterra, con la mirada puesta en las de Francia, para cumplir la primera etapa del proyecto «Aguas abiertas, siete mares», con el que busca superar sus propios límites y motivar a la gente para que se acerque a la naturaleza.

Aunque son 33 los kilómetros en línea recta del Canal de la Mancha, Palacios debió nadar 42 (por efecto del arrastre por la marea) con algunas paradas -la más larga de 2 minutos- para hidratarse o comer carbohidratos en gel.

«No se han registrado ataques de tiburones ni nada (…) me picaron un poco de medusas», comenta a Efe al relatar que durante las trece horas no salió del agua, cuya temperatura oscilaba entre 14 y 15 grados.

El de la Mancha es el canal más transitado del mundo, así que en su trayecto vio varios buques de transporte de mercancías y turismo, entre otras embarcaciones, pero la más cercana fue aquella en la que estaban sus padres y su esposo, junto a un juez del proyecto avalado por la Asociación Mundial de Natación de Aguas Abiertas.

Las reglas de la travesía le prohibían acercarse al bote o que alguien la tope, por lo que la hidratación (a una temperatura determinada) y la comida, le llegaban en cestas atadas a cuerdas.

Pero desde ese barco no solo salió el alimento para su cuerpo, sino para el alma con mensajes que escribía su padre en una pizarra: «Valor», «Confianza», «Estamos orgullosos», «Te apoyamos», leía ella entre braceada y braceada.

Su padre también le hacía dibujos que representaban a su familia, unas gráficas que le arrancaron lágrimas, pero también le dieron valor para avanzar en trayectos en los que se sentía desilusionada, aunque nunca pensó en abandonar pues «esa no era opción», acentúa.

La pizarra tenía también datos informativos: la hora, la distancia que faltaba para llegar a la costa, «pero luego ya dejaron de hacerlo porque era un poco frustrante» ver que por más que nadaba y nadaba, la meta seguía lejos, rememora.

Con agua por los cuatro puntos cardinales y los labios partidos por la sal, Palacios pensó «en muchas cosas y en nada a la vez» para engañar al cansancio: cantó por horas el coro de una canción que ahora ya ni recuerda, pensó en su hija Manuela, de 8 años, e imaginó a su abuela en su entonces lejano Ecuador, relata.

Y hasta «cocinó»: «Como soy chef también me gusta cocinar, me pongo a acordarme de la receta y en mi cabeza me pongo a preparar el plato», dice Palacio consciente de que los juegos mentales son estrategias para esquivar pensamientos sobre el frío, el cansancio y los animales. Bloquea, resume.

Pero, en paralelo, su cerebro estaba alerta sobre el sitio en el que se encontraba, el tiempo y ritmo de nado. «Esa concentración no se pierde», subraya Palacios de fácil verbo y sonrisa generosa.

De 1,65 metros de altura y 68 kilos, Palacios aprendió a nadar a los seis años y a los ocho ya participaba en torneos infantiles, de los que pasó a juveniles y luego a categoría máster, que la llevaron en conjunto por Brasil, Cuba, Suiza, Perú, Chile y Argentina.

Ahora, con el Canal de la Mancha en el cajón de los retos cumplidos, se prepara para cruzar en 2019 el Estrecho de Gibraltar, que separa Europa y África, y el Canal de Catalina, entre la isla de Catalina y California.

El proyecto los «siete mares», que han culminado 6 personas en el mundo y que está inspirado en el reto de las «siete cumbres» para los andinistas, la llevará hasta 2021 a cruzar el Estrecho de Cook, en Nueva Zelandia, y el Canal de Tsugaru, entre las islas de Honshu y Hokkaido, de Japón.

Además, el Canal del Norte, entre Irlanda del Norte y Escocia, y el Canal de Molakai, entre las islas de Oahu y Molakai en Hawai, una aventura para la que calcula requerirá unos 60.000 dólares en total mientras que invirtió 12.000 para convertirse en la primera ecuatoriana en cruzar el Canal de la Mancha.

«Todavía estoy cansada, tengo un poco de dolor (en brazos y espalda) pero es lo normal», dice poco antes de zambullirse en una piscina en Quito, con la agilidad de un pez en el agua y la ilusión de tener retos por cumplir pues confiesa que si no tiene desafíos en carpeta, pierde la concentración.