Baños de sangre

Franklin Barriga López

Cuando en abril del año en curso, en el Paraninfo de la cinco veces centenaria Universidad de Alcalá de Henares, Sergio Ramírez recibió el Premio Cervantes, expresó: “Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales porque Nicaragua vuelva a ser república”.

Este escritor ha continuado sin traicionar su duro oficio, por ello, en reciente artículo, recordó lo acontecido la tarde del 23 de julio de 1959, cuando era estudiante y participó en protestas en contra de la familia Somoza que instauró larga y sanguinaria dictadura: decenas de compañeros de aulas murieron por la represión de fuerzas pretorianas. Este desengañado sandinista, que felizmente se alejó de esa corriente retardataria, añadió que “ayer es hoy, multiplicado”, al referirse a las manifestaciones populares que se han producido desde abril del presente año, reprimidas a sangre y fuego.

Desde ese mes, más de 350 personas han sido asesinadas por francotiradores y encapuchados gubernamentales que perpetran todo tipo de atrocidades, especialmente contra los valerosos jóvenes que van a la vanguardia de las protestas, en defensa de principios e ideales, a fin de rescatar a su país de la dramática situación en que se encuentra.

Daniel Ortega y su esposa que funge de vicepresidenta de Nicaragua ni siquiera se inmutan ante tanta desvergüenza. Trece países latinoamericanos han repudiado el uso de la violencia y las matanzas que se están efectuando. En buena hora, Ecuador también ha dejado oír su voz digna y soberana, al condenar los atropellos a que están acostumbrados quienes utilizan el despotismo para perpetuarse en el poder.

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