Salvatore Foti
El “run run” sobre la suspensión de algunos subsidios, y los sacrificios a los que se está exponiendo a los ciudadanos de clase media y baja, llevarán inevitablemente al país a mirar, otra vez con esperanza, a la izquierda anacrónica que nos ha gobernado en la última década. Esto debe preocupar a las autoridades y a las organizaciones políticas que anhelan ganar las próximas elecciones seccionales y liquidar al correísmo.
Las medidas adoptadas o que se pretenden adoptar podrían conllevar a más inflación y, por ende, penalizarán a los que menos tienen. Parecería que en lugar de destruir al correísmo se lo quiere reposicionar. Esto resulta difícil de comprender si reflexionamos sobre el hecho de que las impopulares medidas se toman a corto tiempo de las elecciones a alcaldes y prefectos de marzo.
Un aparente suicidio político, al que nadie se opone y que puede hacer volver más temprano que tarde a figuras populistas al poder. Ni en Brasil, donde la oposición hizo un trabajo quirúrgico y de muchos años, han logrado acabar con Lula, quien hoy se ha vuelto otra vez el más opcionado a ganar las próximas elecciones presidenciales.
Es evidente, entonces, que es peor aquí: en apenas un año, y siguiendo con medidas tan impopulares, lograrán concientizar a la población sobre la conveniencia de no volver a gobiernos demagógicos. Se está subestimando a la población y a su capacidad de entendimiento; pero, lo que es peor, se juega con la paciencia de los desempleados y de los que tienen serias dificultades para llegar a fin de mes.
De toda esta incertidumbre y “vendetta” personal el único que se beneficiará, inclusive yendo a la cárcel, será Rafael Correa, quien aprendió que la mejor ayuda siempre llegará de la mano de sus incapaces adversarios políticos. Hace falta un líder nuevo y capaz de llevar al país hacia rumbos atrevidos y desafiantes como los que impone la época en que vivimos. El liberalismo, tan criticado, hoy hubiese sido mejor receta que esta mojigatería.