Ladrones poco inteligentes

Daniel Marquez Soares

La codicia ecuatoriana es conservadora: aspira a volver a un hipotético pasado de ancestros que vivían mejor. El saqueador ecuatoriano no aspira apenas a seguridad y prosperidad, sino que quiere la vida de los amos de la sociedad colonial de antaño: no trabajar, vivir impunemente entre lujos y placeres, y ser mantenido, obedecido y envidiado por una masa sumisa, estéril y fatalista de seres que se aceptan inferiores.

Observar de cerca el comportamiento diario de un amoral enriquecido en Ecuador, en su codicia, sus miedos y sus complejos, es como poder viajar en el tiempo para apreciar la mente y los procederes de un esclavista norteamericano, un adelantado español o un oficial colonial en el Congo.

El ecuatoriano codicioso no quiere entender que el mundo actual ya no permite volver a esa vida de hacendado blanco o de barón cacaotero, que aspirar a eso es tan ridículo como buscar que las guerras vuelvan a resolverse con espadas y escudos. Para alimentar sus complejos, ya que la masa no acepta subyugarse al nivel infrahumano de antes, el corrupto busca elevar su patrimonio obscenamente por encima del de ella.

En un país pobre y poco poblado como Ecuador, fortunas así solo pueden lograrse de manera rápida saqueando y empeñando los pocos recursos naturales del país. Eso deja como resultado un país aun más pobre, pernicioso y feo, y perpetúa el círculo vicioso de la rapiña. Por ello, el codicioso ecuatoriano siempre pone sus esperanzas y la de los suyos a largo plazo en otro país: casarse con extranjeros, parir afuera, vivir en Miami o Bélgica, cualquier cosa se vale con tal de salir de este fin de mundo miserable y despiadado producto de siglos de codicia cortoplacista, llamado Ecuador.

Los ladrones de este boom petrolero y de todos los booms anteriores no entienden que esa vida colonial que añoran ya no existe en los países a los que aspiran pertenecer, y que el mundo civilizado no les perdonará ni olvidará tan fácil esa ecuatorianidad perversa ,origen de su patrimonio. Terminarán disolviéndose en el extranjero hasta la normalidad de la que tanto huían o, peor, regresando a ese mismo país al que contribuyeron a empobrecer un poco más.
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