En el bosque

Freddy Rodríguez García

El sábado amaneció triste, frío. A medida que avanzaba el día el sol apareció, y empezó a brillar tímidamente. Se acercaba la hora de trasladarte a tu última morada. Me enteré de la decisión de tus hijos, de llevar tus cenizas a un bosque y, para serte sincero, la idea me pareció un poco extraña, pero debía respetarla, por lo que decidí acompañarte. Nos pusimos en camino hacia el lugar elegido. Cuando empezamos a ascender en los vehículos por los caminos de Pasa y Tiliví, el paisaje se mostró magnífico, en todo su esplendor, con el sol reflejándose en tenues sombras rojizas en las nieves eternas del Chimborazo y el Carihuairazo.

Tan pronto llegamos al bosque petrificado Polylepis, cerca de Chiquiurco, sitio escogido para tu estancia final, comprendí. Comprendí la razón que llevó a tus hijos a elegir ese alucinante paraje de nuestra serranía: querían que tus cenizas se abracen y se confundan con la tierra, allí en esos bosques y humedales que, como dijo acertadamente tu hija, son la fuente de la vida.

Comprendí que tus hijos no quieren que, con el paso del tiempo, tu cuerpo se desintegre en una tumba lúgubre y fría, sino que tu alma noble, adherida a tus cenizas que tu familia y amigos cubrimos con pétalos blancos, se impregne en las raíces y en las ramas de esos preciosos árboles, dentro de un ecosistema vivo, con montes y riscos indomables, a los pies del Casahuala.

Allí descansarás eternamente, mi hermano del alma, y no hará falta que te llevemos rosas, lirios o claveles, porque la propia naturaleza se encargará de embellecer tu nueva casa. Luego de devolverte a la madre tierra de donde viniste, nos abrazábamos entre todos a la vera del camino, escuchando respetuosos el silencio, y después unas dulces canciones de “Los Iracundos”, “Mocedades” o “Sergio y Estíbaliz”, que tanto de gustaban y que las cantabas con alegría. Allí estarás para siempre Mauricio, “Dr. Molles”, como te llamaba, rodeado de árboles, de pajonales, de agua, de vida, confundido eternamente con el bosque y, al hermoso recuerdo de tu generosidad y amistad sinceras, se unirán las imágenes vívidas de un paisaje inigualable. ¡Hasta siempre, mi querido Molles!.