Entrevista: María Fernanda Ampuero: “Con un libro puedes mirar eso que no nos gusta ver”

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA

Con ‘Pelea de gallos’, en cada página, uno tiene un combate consigo mismo. Para algunos será un espejo. Para otros una ventana. La cosa es que cada uno de los trece cuentos es un golpe tan duro como reflexivo, un puñetazo de realidad, un sacudón del horror que preferimos esquivar.

También puede ser una puerta. Una entrada catártica para tratar de despojarnos de la violencia, de realmente tomar conciencia de ella para que no sea esa piedra con la que siempre se tropieza. La escritora María Fernanda Ampuero es la autora de estos relatos que se compilan en ‘Pelea de gallos’ (Páginas de Espuma, 2018), que en menos de un semestre va por su segunda edición. Este último tiraje es el que presentó en Ecuador.

Radicada en España, la reconocida cronista alquila una dúplex cerca del Itchimbía, mientras está en Quito, por la presentación de su libro y para trabajar en un artículo sobre la Fiesta de la Luz. Una casa antigua, republicana, con un patio interior tan acogedor como el olor picante de la piña que hierve y que se funde con la gran cantidad de trocitos de papaya que ha picado. “Claro, la fruta sí se extraña mucho allá”, dice.

Antes de arrancar con la entrevista, una charla informal inicia. Ampuero comparte su mirada en torno a la actualidad cultural en el país. Le parece “monstruoso” que se haga una antología sin pedir permisos a los autores. “Imagínate que hasta proviene del Plan Nacional del Libro y la Lectura, dirigido por un escritor. Todos sabemos que eso no se hace ni en los trabajos del colegio”, señala mientras su cabeza y su dedo índice izquierdo dicen: “No, no, no”.

En el libro se evidencia la invisibilidad hacia la mujer, mucho más cuando se es niña. ¿Por eso las voces de los personajes parten de la infancia?

Es que desde esa edad nos empiezan a joder. Es el tiempo donde nos arrancan la inocencia. Desde los tres o cuatro años te dicen hasta cómo sentarse. O sea, toda una obsesión porque se tenga las piernas cerradas.

Mientras María Fernanda habla, es difícil no recordar a la niña de ‘Subasta’, uno de sus cuentos. Aquella que ponía entre sus piernas cabezas de gallos para no ser molestada por los tipos de la gallera donde se desenvolvía su papá. Para que no la besen, no la toquen, no le miren el calzón.

¿Sientes que no tienen ni libertad para sentarse cómodas?

No se trata de sentarse bien: se trata de ser. Yo nazco y, como soy mujer, mi vida está marcada por la violencia. Todo encuentro íntimo, toda relación con el erotismo tiene un componente de pecado, de tabú, de vergüenza y, obviamente, de violencia. Todas hemos experimentado algún tipo de violencia.

¿Recuerdas la primera vez que te sentiste violentada?

Va a sonar cómico, pero el primer pene erecto que vi fue el de un payaso, y en la calle. Un tipo que supuestamente divierte me enseñó su pene cuando yo tenía unos cuatro añitos. Él tenía una cara lasciva. No estoy loca, pasa y sigue pasando, sino mira cuantos viejos quieren ver los calzones de niñas de escuela y colegio en un bus.

En el cuento ‘Pasión’ aparece María Magdalena como la cordura. ¿Qué sería de la Iglesia con mayor poder femenino? ¿Las instituciones cómo juegan para perpetuar la violencia?

Si no hubiera monjas, la Iglesia católica se cae. ¿Quién les va a cocinar? El tema de la vocación de la monja es otra forma de machismo. Es un ejército de mujeres para que sean las siervas del Señor, del señor cura. A las instituciones no les conviene que la mujer llegue al poder.

Pero algunas han llegado…

Uf, y ha sido un problema porque han hecho lo mismo, han replicado las cosas que se deben cambiar.

Cambios desde casa, pienso en tu cuento ‘Cristo’, donde la propia mamá le chanta la responsabilidad de cuidar a una niña de que cuide a su hermanito enfermo…

Todo se reduce a que le gustes a un hombre para que se case contigo. Desde bebés nos regalan maquillajes de mentiras, planchas y ollitas de juego. La madre es el ser que más nos quiere en el mundo, pero también está atrapada en esta realidad. La familia es la institución más peligrosa… y también violenta.

Guayaquileña. La reconocida periodista se estrena en ficción con ‘Pelea de gallos’. (Foto: Isabel Wagemann)
Guayaquileña. La reconocida periodista se estrena en ficción con ‘Pelea de gallos’. (Foto: Isabel Wagemann)

Tan peligrosa como los vivos…

Uy, Narcisa (suspira al recordar a otra de sus personajes). Ella es como mi hermana mayor. En un momento de lucidez mi abuela la sacó de su casa y se las dio a mis padres. Piensa que ella venía de un hogar donde la madre, las tías, la primas eran conocidas como ‘las violadas’, porque era común que el abuelo abuse de ellas… También, el hecho de su llegada, por más bien que se hayan portado en mi casa, te muestra ciertas prácticas de clasismo, el regalar a las personas como si fueran perritos. Las enseñanzas de ella son de las más importantes de mi vida y siempre recuerdo que decía que “hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos”, algo que entendí de más grande, algo que ella había visto muy de cerca.

¿Qué otros personajes son cercanos? ¿Quizás doña Griselda y sus tortas?

Lo único real de ese cuento es que tenía una vecina que hacía unas tortas muy preciosas. Hay cosas que tomas de quienes conoces o de lo que te han contado y muchas veces quedan flotando por ahí las conversaciones de los mayores. El libro tiene muchas cosas reales, pero no son lo que la gente se imagina. El libro es de ficción, y pienso que ahí está la magia de un cuento, en el mezclar personas, experiencias y hechos reales con la imaginación para crear otro mundo.

“Nos besamos los tres con desesperación, como huérfanos, como náufragos. Cachorros hambrientos sorbiendo las última gotas de leche del universo”. Este párrafo, cargado de poesía, pertenece a su cuento ‘Nam’, que ganó el Premio Cosecha Eñe 2016. Es un momento en que dos hermanos (mujer y hombre) se funden con una amiga. De igual forma, en otro relato, están los primos Felipe, María Teresa y Julio (estos últimos hermanos) que forman una alianza cargada de pasión, de amor. Si bien se toca el incesto, si bien hay violencia en esos relatos, en esos instantes invade la ternura, a diferencia de otras experiencias dentro de la obra.

Hay unos momentos incestuosos donde pesa la ternura. ¿Lo sientes así?

Es muy curioso cómo transitamos algunas autoras. Con Mónica Ojeda, ambas guayaquileñas, somos de otras generaciones, pero qué habrá en nuestro inconciente colectivo para topar estos temas. En el caso de esos primos, es una reacción frente a la mierda en que se han convertido sus adultos.

También está en juego la adolescencia…

Es una etapa donde todo es tan primitivo y donde sientes que todos están en tu contra y que luego encuentras a alguien que está contigo, como que se encuentran unos perros huérfanos en el mundo, porque los adultos son otra raza. Entonces, te encuentras con otro ser que te entiende. El deseo sexual es tan salvaje y abrumador en medio de una sociedad cargada de tabúes y puritanismos. Me parece que hay que hablar de eso.

¿Si no se puede hablar, llega el momento de hacer un libro?

No lo sé. Lo que tenía claro es que no sería complaciente. No me interesa el edulcorante, lo estupefaciente. No tengo nada contra eso, me gustan muchas de esas historias, pero de eso ya hay mucho. Creo que con un libro puedes mirar eso que no nos gusta ver.

Perfil
María Fernanda Ampuero

Escritora y periodista ecuatoriana (Guayaquil, 1976). Estudió Literatura. Colabora en medios nacionales e internacionales. Ha publicado los libros de crónica: ‘Lo que aprendí en la peluquería’ y ‘Permiso de residencia’. Ganó en 2016 el Premio Cosecha Eñe de relato.