Biblioteca: ‘Censurado’: un poemario sin censura

Oswaldo Paz y Miño J.

Un cuaderno poético en el que la carne no es trémula; en el que se sienten las razones y las osadías del poeta; en el que las letras tienen ascensos y descensos eróticos; en el que las letras tienen el movimiento de los cuerpos que, al copular, buscan el infinito, el pleno que es el orgasmo; un escrito sin tonos mojigatos… Así es la obra del poeta guayaquileño Eduardo León Rodríguez, que ha titulado a su poemario como ‘Censurado’ (El Ángel Editor).
Poesía no apta para pacatos. Es libertad de expresión contenida que se destapa, que se desnuda, que muestra la piel de forma natural. Un acto de rebeldía contra el insano fanatismo censor, decadente, corrupto.

La obra se siente en cada verso. Placer para el lector, y esto léase sin etiquetas, que no pasa solo por la temática carnal sino por la cultural: aquella que agudiza los sentidos.

El Dato
El poeta nació en Guayaquil (1977). Estudió ingeniería comercial.
Poemas eróticos que cumplen con la sentencia de Octavio Paz: “Una cultura que aspire a la integridad total, deberá educar a los sentidos tanto como a los sentimientos”.

Platón decía: “Todo es poyesis, todo es creación”. Quizá la más difícil de todas, la más alta -también la más humilde-, sea la poesía: “Una manera de creación que estriba en la cristalización del líquido vertido, o en su evaporación, que lo convierte en gas teñidor de su entorno”, como la define Antonio Gala.

El vil roce de tu encanto
No acepto coimas ni chantajes, me resisto a olvidad.
El vil roce de tu encanto me puede despeinar.

Están intactas las noches que no fueron escritas,
tengo el recuerdo de verte solo vestida con mi camisa,
despertarme después de haberme dormido en tu pecho.

Cómo anhelo pasar contigo ese tiempo perfecto,
te reías de la nada, me llovían diluvios de tus besos,
tanto cariño, tu pasión derrumbo la cordura de lo
correcto.

Eres difícil de inventar, así que las mentiras no
tienen cabida.

Solo cuento la verdad, el descubrirte fue toda una
lotería.

Aún me tiemblan las manos cuando acaricio
tu recuerdo, parezco una criatura, disfrutarías si me vieras
escribiendo.

Nada se apaga, ni la luz ni el fuego de lo consumado.
Mis letras, al que mi piel, flanquean al no
tenerte a mi lado. (Pág. 80)

Un tomo, fresco, latente, dedicado al “testimonio de los sentidos”. Literatura que se empeña en las fantasías de la carne, en la sed de la piel, en la sensibilidad del roce, en el espacio delicioso que es siempre el catre clandestino en el que los amantes se desbordan y se devoran, poco a poco, verso a verso, lentamente, en su universo prohibido para otros.

Ninguna sensación erótica le viene al ser humano sin un antecedente. Todo en el sexo tiene referentes en la mente, en la piel, en la memoria, en la experiencia que más tarde se convierte en deseo pendiente. ‘Censurado’ usted no queda. Lea esta ópera prima y rompa moldes.

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