Periodismo y posverdad​

Ugo Stornaiolo

La “posverdad” describe un manejo de la opinión pública, donde los hechos objetivos son menos importantes que las emociones y creencias. El presunto atentado a Maduro en Venezuela, la presidencia de Trump en EE. UU., el 30 S, la Rusia de Putin, el referéndum de Colombia o el Brexit dan cuenta que este fenómeno es preocupante para el periodismo contemporáneo.

La mentira y el engaño se practican desde tiempos remotos. El ministro de propaganda de Hitler, Göebbels, decía: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. ¿Cómo informar y restablecer la verdad de los hechos cuando nadie te escucha y las informaciones falsas circulan masivamente en las redes sociales?”, escribía Katherine Viner en ‘Le Monde’, en 2017.

Los autores refieren que el objetivo del periodismo es “buscar la verdad”, descartando “la neutralidad y la imparcialidad”, privilegiando la mayor objetividad posible. Frente a esto surge la posverdad, alimentada por las redes sociales, donde se difunde en minutos una información, sin contraste ni verificación, y se somete a las personas al escrutinio y escarnio. La posverdad parte de la presunción que la objetividad importa menos que el modo en que lo afirmado encaje con lo que se crea y haga sentir bien.

Su éxito no se debe a su construcción, sino a su semejanza con la antigua demagogia griega. La novedad es que este tipo de manipulación se exterioriza de muchas formas (medios formales y redes) y en que, aparentemente, va contra una verdad establecida que, se supone, la crean medios y políticos. Vale recordar el estado de propaganda de la década correísta.

Ante esta realidad, ¿cómo debe actuar un periodismo cuestionado en su credibilidad? Los periodistas acceden a más herramientas tecnológicas y a toda la información que circula en la red. Sin embargo, la amenaza de la posverdad es permanente.

Aunque los tiempos cambian y los hechos surgen rápidamente, el ejercicio del periodismo no se ha modificado. Lo que varía es que se sigue haciendo lo mismo, pero con más rapidez y complejidad. Pero, lo que nunca deberá excluirse es un compromiso con la ética y la verdad.

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