800 años

POR: Luis Fernando Revelo

Cuenta la tradición católica que la Santísima Virgen María se apareció una noche al rey Jaime I de Aragón, a San Raimundo de Peñafort y a San Pedro Nolasco, pidiéndoles que instituyesen una orden con el fin de liberar a los cristianos que habían caído en poder de los musulmanes, surgiendo así la Orden de los Padres Mercedarios, cuyo carisma será “la redención de los cautivos”. Aconteció este fausto suceso en Barcelona un historiado 10 de agosto de 1 218, cuando San Pedro funda la Orden de la Merced en el Hospital de Santa Eulalia.

Con una tónica de júbilo la Orden mercedaria acaba de celebrar sus 800 años de gloriosa nacencia, guardando fidelidad a su carisma, al acompañamiento de los privados de libertad. La mano misericordiosa de Dios y su ternura ha sabido atravesar los muros de los centros penitenciarios a través de la labor diligente de los mercedarios, quienes han hecho de su ministerio un gozoso servicio. Ellos han descubierto el rostro de Cristo en cada detenido, convencidos de lo que afirma el Papa Francisco: “la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

En nuestro medio citadino, los padres mercedarios tienen el procerato de la evangelización, mucho antes de la fundación de Ibarra, tomando en cuenta que muchos pueblos del norte integraban el dilatado corregimiento de Otavalo. Y fue precisamente el 27 de agosto de 1607, cuando se funda oficialmente el Convento mercedario con el nombre de Caranqui.

Que la vida ascética de San Pedro Nolasco, bajo la égida de Ntra. Sra. de la Merced, fulja como un rebrote de savia nueva en el árbol centenario de la comunidad mercedaria para que continúen velando por los “privados de libertad en las nuevas periferias de la cautividad”.