Justicia y el ‘síndrome Shakira’

Mariana Velasco

En la transición que vivimos se hace difícil separar lo auténtico de lo superfluo y lo real de lo ilusorio, después de una década de un poder absolutista. Vivimos una época de enorme confusión. Para salir de ella hay que detenerse y mirar al mundo de las ideas, que ha cambiado y configurado otra realidad.

La justicia pone a cuenta gotas a los culpables en la cárcel, pero el clamor ciudadano de recuperar el dinero mal habido supera todo. La lucha contra la corrupción, debe convertirse en nuestro objetivo nacional y para ello la cooperación y participación de los ciudadanos son pilares fundamentales, más si a ellos se suman un buen andamiaje legal y transparencia, podríamos convertirnos en un país con una democracia sólida.

No hay una cultura que favorezca la honestidad, pero ella existe. El ciudadano, como parte de un tejido social, en uso de sus derechos, está en la obligación de exigir una justicia sin “síndrome Shakira” (sorda, ciega y muda). Ante el cómplice silencio de la Asamblea Nacional en su papel de fiscalizador, las redes corruptas siempre necesitaron infiltrarse y controlar el aparato judicial, fiscalía y otras instancias, para que cuando sus casos lleguen a ese fuero, puedan liberarse.

La corrupción y los costos que impone en la sociedad y en la economía, retrasa el crecimiento económico, impide invertir en escuelas, hospitales, infraestructura sanitaria y otros propósitos, hechos que generan mayor desigualdad.

Esta acción humana que transgrede las normas legales y los principios éticos se parece a ciertos organismos flexibles al tener una capacidad de supervivencia bajo cualquier circunstancia, ser adaptativos y poder mutar. Se requiere de estrategias adecuadas para eliminarla.

Luego de diez años de intolerancia, es previsible que aún se juzguen las cosas en blanco y negro. En izquierda y derecha y no en soluciones prácticas. Solo podremos llegar al país ideal fortaleciendo una sociedad civil más auto responsable y coperativa, que libremente decida la construcción de una democracia fuerte, y fomentando una educación basada en principios y valores.

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