Migración e inflación venezolana

Ugo Stornaiolo

La inflación en Venezuela es de un millón por ciento. Sin medicinas ni alimentos básicos. La gasolina subsidiada es la más barata de Latinoamérica. El salario básico de un trabajador es de 1.50 dólares. Mientras tanto, a diario migran a otros países, sobre todo a pie desde Cúcuta (Colombia), fronteriza con Venezuela, unas tres mil personas. En los últimos dos años salieron alrededor de dos millones de venezolanos.

A lo anterior se agrega el reciente intento, denunciado por el oficialismo, de asesinar al mandatario, durante una parada militar. Las razones del hecho aún no se aclaran y no existe más versión que la oficial. Estas serían suficientes razones para que un gobierno se desplome. Sin embargo, el presidente Nicolás Maduro ganó las últimas elecciones (con denuncias y certezas de un fraude electoral) y se mantendrá en el poder hasta 2025.

Maduro se mantiene, sostenido por unas Fuerzas Armadas que, gracias a las prebendas del Estado, manejan las áreas estratégicas del país (petróleo, industria alimenticia y minería). Y, según denuncias de muchos gobiernos, también manejan una red de narcotráfico y lavado de activos, que involucra a la alta cúpula.

Los militares aún son leales a Maduro, pues para ellos, un retorno a la democracia formal, existente antes de Chávez, les haría perder todos sus privilegios. Añádase que los sobrinos de la primera dama están detenidos en EE.UU. por tráfico de drogas.

Para el sociólogo de la Universidad estadounidense de Tulane, David Smilde, “hay un área entre la democracia y la dictadura absoluta en la cual las crisis económicas de hecho pueden ayudar a que el gobernante se consolide en el poder”. Criticado por su pobre formación política y académica, Maduro se sostiene y ha sorteado numerosos intentos de rebelión, protestas y, según el régimen, hasta intentos de magnicidio.

Mientras tanto, en las calles venezolanas hay protestas por la escasez de medicamentos, persecución a líderes opositores y millares de venezolanos que miran que, por ahora, su propio país los está expulsando y pierden sus esperanzas de futuro.

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