Salvatore Foti
Este mes Augusto Barrera sorprendió a más de uno al renunciar al Senecyt y a renglón seguido desafiliarse de AP. Hizo notorio su descontento con el actual mandatario porque, a su criterio, obedece a dictámenes de la derecha y porque no lograría aglutinar a la izquierda por falta de identidad.
Probablemente el exburgomaestre se afiliará al nuevo movimiento ‘Vamos Ecuador’, conformado por algunos excompañeros de AP. Su postura es bastante coherente con su ideología y seguramente le devolverá mucho protagonismo político. Por todo esto, no se logra entender cómo no vaya a postularse a ningún cargo para las elecciones seccionales de 2019.
Su nombre tiene peso en muchas encuestas que le dan serias probabilidades de ganar la Alcaldía de Quito o inclusive la Prefectura de Pichincha. No existe explicación que justifique, por ende, su actual posición tan renunciataria. Un político es político, porque participa y gana contiendas electorales, mas no para evitarlas y peor aún hoy que prácticamente no tendría rivales serios.
AP se ha autodestruido y sigue sin rumbo, pues subir el precio de la gasolina poco antes de anunciar sus candidatos para las próximas elecciones seccionales es otro gran misterio para develar. Tampoco otros políticos y partidos, salvo contadas excepciones, tienen algo asegurado.
¿Qué sabe Barrera que nosotros no? ¿A qué aspira? Si no quiere ser alcalde ni prefecto, ¿significa que quieres ser presidente? Las elecciones serán en 2022 y nada garantiza que su popularidad y percepción sigan positivas como hoy. Vale la pena analizar si, a lo mejor, sospecha que este gobierno acabará antes de lo esperado y sería libre de postularse a la Presidencia de la República.
Lo que hoy puede parecer descabellado es una sospecha que sigue tomando cuerpo, inclusive en algunos ambientes que hablan de una posible renuncia antes de tiempo de Moreno, o de una inevitable muerte cruzada, lo que favorecería a muchos sectores de derecha más a que de izquierda. Nadie, claro está, excepto Barrera.