Manta, aeropuerto provisional

Rosalía Arteaga Serrano

La tragedia del terremoto que asoló a las provincias de Manabí y Esmeraldas en abril de 2016 y que dejó una secuela de muertes, de heridos y de destrucción, puso a prueba a un pueblo que saboreó también la solidaridad. Miles de ecuatorianos y ciudadanos e instituciones de muchos otros países se hicieron presentes en los momentos duros y también en los meses siguientes.

El gobierno nacional de entonces cobró de los ecuatorianos recursos que debían ser invertidos en aliviar la situación de los más afectados. Muchas críticas y denuncias se han hecho sobre la utilización de esos dineros durante la gestión del régimen correísta. El sector privado ha demostrado una dinámica encomiable en la reconstrucción de ciudades como Manta, por ejemplo. Una ciudad vibrante que no se ha dejado amilanar por los desastres y que demuestra su pujanza en las calles, en los negocios y en los establecimientos educativos.

Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención ya en la misma llegada a la urbe manabita. Es el hecho de que todavía, luego de tanto tiempo transcurrido, esta importante ciudad y provincia no han recibido los recursos para reconstruir su importante terminal aéreo. Las instalaciones en las que luce el letrero de “provisional” no prestan las facilidades que son indispensables dentro de una instalación de su tipo. Si queremos potenciar el turismo, si queremos generar más empleos, si queremos hacer que esa dupla conformada por puerto y aeropuerto cumplan su funsión, Manta y Manabí deben contar con un aeropuerto que esté a la altura de sus necesidades y de su contribución al país.

¿Quién responde por ello? ¿A quién hay que pedir responsabilidadres? Las respuestas son urgentes.

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