Corrupción con cuello y corbata

CARLOS CONCHA JIJÓN

Resulta conmovedor conocer la calidad de algunos presidentes de las repúblicas americanas, que obsesionados por la riqueza fermentada en sus cerebros dominados por la codicia, procedieron a usurpar en cada uno de sus países millonarias sumas de dinero, burlándose de sus pueblos que confiaron en sus ofrecimientos políticos manifestados en tiempos de campaña. Nos estremece escuchar las noticias y al mismo tiempo nace en nosotros un pensamiento de rechazo contra aquellos que despojándose de los principios ético-morales, se comieron las migajas de los pobres con el ropaje de la corrupción, para ostentar miserablemente sus mal logradas fortunas.

Parece mentira y a veces decimos inconcebible, que aquellos en un momento determinado fueron reconocidos como personas de bien en sus respectivas naciones, se dejaron espolear por la ambición de poder y de riqueza, despojándose de su dignidad para desnudos de moralidad revolcarse en el fango mal oliente de la corrupción. Asaltaron el poder, violaron su conducta de bien y se burlaron de la colectividad que confió en sus ofertas de campaña. Señoritos de cuello y corbata, “dignos, honorables”, aparecieron como redentores para luego echar sus zarpazos a las arcas del erario y saciar su glotonería de dinero.

Por esta tómbola de inmoralidad han desfilado presidentes de Panamá, Nicaragua, Guatemala, Venezuela, Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, etc., agregándose a esta bandada de aves carroñeras: ministros, jueces, contralores, congresistas, vicepresidentes, ejecutivos de instituciones seccionales, fiscales, descarnadamente hipócritas que hacen meditar profundamente a la colectividad y preguntarse como una válvula de escape ¿en quién creemos? resultando paradójico que luego de una cooperación eficaz, la justicia premia al cuervo ladrón con una condena corta y la devolución de un mínimo a sacar de su inmenso buche repleto de riqueza fraudulenta.

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