Lamentables decesos

Luis Fernando Revelo

El gran negocio del ser humano es la vida, decía un poeta cristiano; y el gran negocio de la vida es la muerte. Porque nacemos para morir y morimos para vivir, subraya el filósofo. La vida es breve, se afirma con frecuencia y hay que aprovecharla. “Nuestras vidas son como los ríos que van a dar a la mar que es el morir”, exclama con nostalgia Jorge Manrique en las coplas por la muerte de su padre.

En las riberas del Amado, las manos del Buen Dios, recogen “florecillas” en la mañana, al mediodía y en las postreras horas de la tarde. Pienso que un poco más del mediodía recogió dos preciosas florecillas: Inés Mantilla Alzamora y Marco Chuquín Ruiz. Juntos han recibido ya su denario de gloria.

Inesita Mantilla buscó afanosamente el ideal para convertirse en la maestra en la plenitud del concepto señero, la solícita esposa, la hija, la hermana, la madre, la amiga, la confidente, la trabajadora del servicio social en el INNFA, la mujer política que allá por el año 1996 alcanzó por elección popular, la primera Concejalía del Municipio de Atuntaqui, constituyéndome en la primera dama que llegó a esta dignidad y posteriormente fue reelecta, para más tarde, convertirse en la primera Vicealcaldesa. Así entregó sin reticencias los mejores años de su vida, las horas más lúcidas de su vasta existencia.

La vida de Marco Chuquín Ruiz, el amigo de siempre, fue siempre útil. Su muerte cubre con fúnebres crespones al foro provincial, a la Casa de la Cultura, al Club Flamengo Barcelona, a la Sociedad Bolivariana, a la Fundación Cultural Pedro Moncayo y a tantas instituciones a las que sirvió con probada solvencia profesional y mística de servicio. Deja este mundo circundado por una triple aureola de bondad, de patriotismo y de virtud.

¡Hasta siempre, queridos amigos!