Amigos por siempre Germánico Solis

Germánico Solis

La invitación para asistir a lo que fuera el valioso centro de cultura y arte “El Baldoré” -que tanta historia guarda de Ibarra-, llenó la expectación de los organizadores. La convocatoria se extendió a los amantes de la balada que esa misma noche en el Teatro Municipal Gran Colombia aplaudieron a los artistas locales que continúan entonando las románticas canciones de la época inolvidable.

El llamado tenía una intención: rematar la noche sin la formalidad del teatro, y hacer del momento y espacio, un acontecimiento de recordación y fina bohemia, encumbrar las copas y sentirse animadores de un emotivo brindis por la felicidad del encuentro.

Al lugar asistieron hombres y mujeres que fueron los jóvenes de las décadas de los 60 y 70, todos llegaron alegres y en su interioridad la Ibarra de otros tiempos, esa que sin ser en exceso franciscana, podíamos recorrerla sin preocupaciones, andar sus calles, parques y recintos ahora conservados en el recuerdo.

Posesionados en el viejo “Baldoré”, asistentes y artistas se acomodaron en afinidad a simpatías e historias, cada quien tenía un valor especial para la anhelada función. La música sonó y el acto se convirtió en absoluta empatía, se eliminó la distancia entre el escenario y público, y sin saber de que manera, en instantes enfebreció la hermandad y cofradía.

Los asistentes teníamos en común la música de otra época, no fue para ese momento trascendente la profesión o actividad de cada convidado, se evidenció que el acto estaba lleno de emotividades, sobresaliendo la inacabable amistad habida entre los concurrentes. De allí que no debió ser limitante llegar de otras ciudades al programa.

La música y el abrazo tejieron acercamientos y pláticas, unos con vientres cercanos a la gordura, otros con muchas risas y pocos pelos en la cabeza. Damas repartiendo la finura de épocas pasadas, disimulando un tanto las aceptadas “patas de gallo”. El evento llegó a la culminación, ardió la llama de la unión, el sentido de ibarreñidad, pero sobre todo, la profunda amistad amasada por años en las mentes ahora maduras, que aladeando las canas muestran sus corazones jóvenes a la vida, al reencuentro.