La María Paula

Daniel Marques Soares

En la Sierra, cuando alguien se refiere a uno de los suyos, emplea el artículo definido; es como un certificado de aceptación a la cofradía. Por eso los dueños del sistema político y económico de la Sierra se refieren a María Paula Romo como “la María Paula” o a Juan Sebastián Roldán como “el Juan Sebastián”. Mientras, el presidente continúa siendo Lenín Moreno, a secas, aunque su sueño sea ser “el Lenín”.

Lucha a diario para sepultar su pasado de izquierdista radical de universidad pública, de cómplice de ese gobierno frenético de un Correa que nunca logró ser “el Rafael”. Cuando lo logre, se convertirá finalmente en un bonachón, inofensivo y filántropo “el Lenín”; unido a perpetuidad en blanco abrazo con la clase rectora de la ciudad española en el Ande y regiones aledañas, él y sus escuderos podrán olvidar finalmente dejar descansar a sus complejos.

Por eso el gobierno de los conversos ‘verdeflex’ necesita tanto a los charlatanes mesiánicos de la vieja ‘Ruptura de los 25’. No importa que estos hayan sido unos irresponsables que se dedicaban a conspirar contra gobiernos democráticamente electos (es que Lucio no era blanco ni guardaba las formas), jugar al socialismo o impulsar constituciones nefastas para sobrellevar su aburrimiento e ímpetu juvenil.

Lo que importa es que son chicos de buena cuna, vocecita aguda y nasal, palabra cierta y buenos modales; por eso la prensa los confronta con la misma dulzura condescendiente que le reservarían al hijo de un amigo al que pillaron haciendo una inofensiva travesura; por eso sus rivales políticos y los académicos los critican con la benevolencia que se reserva a un colega o compañero de club. Ellos pueden equivocarse impunemente y cobrar por ello; son la nueva cara dulce de la oligarquía intocable, excelente accesorio para la escalada social, y por eso el régimen los necesita.

Creados por el sistema y siempre alimentándose del sistema, aspiran a ser los próximos conductores del sistema. Pero no van a ser inocentes jóvenes por siempre y el electorado ya no es tan tonto y olvidadizo como era en la época de sus ancestros. La vieja clase política carecía de escrúpulos; ellos encarnan la nueva, la que carece de vergüenza.

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