Susana Gomezjurado

Luis Fernando Revelo

Parece que fue ayer, no más, cuando Dña Susanita visitaba nuestra Casa de la Cultura. En un diálogo amical rememoramos los tiempos idos y visitamos los museos que tiene el Núcleo, poniendo especial énfasis en el Museo de la Llegada del ferrocarril a Ibarra, donde fulge la efigie de su abuelo, paladín de esta magna obra, periodista de fuste, legislador sin mácula, maestro intachable, Dn Víctor Manuel Guzmán. Esta instantánea plasmada por las manos del artista Whitman Villalba, habla más que el libro de la historia, de su personalidad multifacética. Su emoción fue tan grande al verlo en el sitial de los grandes, colocado por la gratitud y el cariño de quienes hemos justipreciado su tránsito vital. Parece que fue ayer, no más, cuando presentamos el N° 20 de la Revista Palabra de mujer y a ella se le asignó un espacio para que comparta sus añoranzas y testimonios en el recordado Instituto Ecuatoriano de Recursos Hidráulicos, institución a la que sirvió con caracteres de plenitud por el lapso de 38 años.

La huella luminosa, fecunda, perdurable que supo imprimir en cada uno de sus actos, le permitió granjearse el aprecio de quienes conformaban allá por la década de los 70 la recordada Agencia de Aguas de Ibarra, luego con el INERHI, el CORSINOR, el INAR, etc. “Siempre hicimos gala de estar puestos la camiseta institucional, lo que implicaba un alto sentido de pertenencia”, lo dijo con aplomo y convicción.

Susanita no fue mujer de círculo, ni de élite. No perteneció al cenáculo en que los ditirambos se dan y se toman como el florón de los niños. Fundió en consorcio excelso y cabal, esas dos grandes virtudes: humildad y mansedumbre.

Hoy descansa en las manos del Amado y ha cobrado el salario definitivo por su carisma y dinamismo ingénitos. ¡Hasta siempre!