Dipsómanos

Pablo Escandón Montenegro

La bebida ha sido muy asociada a los espíritus libres. Hay grandes poemas que ensalzan el licor y cómo ha sido importante en sus vidas, los ‘Rubiayats’. Nuestras culturas ancestrales tienen liturgias y ritos centrados en la maceración de brebajes para alcanzar un estado anímico descomplicado y poder ver más allá.

El cónsul de la novela ‘Bajo el volcán’, de Malcolm Lowry, es un ebrio maravilloso y el tono de la novela, incluso, ha inducido a que algunos lectores se ambienten y se entreguen al dios Baco para comprender la situación del personaje.

Gaugin, Churchill, Poe o César Dávila, la lista de dipsómanos, ebrios, alcohólicos y borrachos es interminable. Eso no quiere decir que beber en desmesura sea sinónimo de belleza, creatividad o inteligencia… También los hay y las hay que son torpes, zonzos y badulaques, tanto sobrios como ebrios, aunque el vino saca lo que el hombre calla, dicen.

Beber y estar borracho es mantenerse en un “estado de gracia”, pero que no se llega a sostener. Es ficticio y el alcohol va degradando al ser humano y a su sociedad más próxima: a su familia.

“Dime ¿qué hombre no ha transgredido jamás Tu ley? Dime ¿qué placer tiene una vida sin pecado? Si castigas con el mal el mal que te he hecho, dime ¿cuál es la diferencia entre Tú y yo?”

Esto cantó Omar Jayam en sus ‘Rubiayats’, pero en un contexto de intimidad, de gozo comunitario exclusivo y extensivo a la forma de vivir alegre. Lo que Maradona hizo en el Mundial no es una loa a Jayam; lo que hace un padre en los 15 de su hija es un papelón..

Cuánta diferencia con creer que en cualquier espacio podemos estar borrachos de felicidad, ebrios de gloria o, simplemente, chumaditos. Nuestra imagen sobria será la que se explote. Que lo digan Churchill y Twain, el cónsul de Lowry o el tonto del pueblo.

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