La importancia de llamarse Ernesto

Richard Salazar Medina

El pasado miércoles hubo en la Universidad Andina Simón Bolívar un acontecimiento muy particular: concedió un Doctorado Honoris Causa a Ernesto Albán Gómez, jurista, escritor y académico que reúne las cualidades para llamarse un verdadero humanista. Una distinción como esta cabe únicamente a personas no solo eminentes, sino que gocen de una reputación íntegra.

A menudo se piensa que este título honorífico se entrega únicamente por méritos intelectuales, pero no es tal; para concederse, se analiza exhaustivamente la calidad humana de quien lo recibe, otorgándolo en casos excepcionales, a personas con una muy larga e intachable trayectoria.

Todas estas virtudes los posee Ernesto Albán Gómez, quien ha sido un destacado jurista, cuyas sentencias, cuando miembro de la Corte Suprema de Justicia, son un referente jurídico. Pero no solo eso. Albán es literato, autor de varias obras de teatro de las cuales fue también actor.

Y en el ejercicio de su cátedra, durante más de cinco décadas, ha combinado con sabiduría y humor el análisis jurídico con la literatura, sacándole a la narrativa su mejor partido para la enseñanza, con casos de los clásicos que bien pueden ser de la vida cotidiana en todos los tiempos. Esto, como saben quienes han tenido la suerte de ser sus alumnos, no solo resulta didáctico y entretenido sino definitivamente genial.

Lo que se hereda no se hurta: Albán es hijo de su homónimo, Ernesto Albán Mosquera, el recordado Don Evaristo, que con picardía quiteña, solía hacernos reír de nuestros propios defectos. Reír de nosotros mismos es necesario para bajarle hierro a la vida y porque nos hace conscientes de nuestras circunstancias.

Como toda persona excepcional, Albán es humilde, se negó durante años a recibir este reconocimiento que fue decidido por la más alta instancia universitaria, el Consejo Superior en Bolivia. Cuánta distancia de los seres fatuos e innombrables que, fieles a su estilo, compraron y acumularon Honoris Causa para su propia vanidad y propaganda; y que por virtud nunca habrían podido lograr.

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