Absurdistán

Freddy Rodríguez García

Tomo prestado el nombre con el cual el recordado y prematuramente fallecido intelectual y articulista, Presley Norton, con mucho ingenio, se refería a nuestro país: Absurdistán. Sí, porque en esta tierra el absurdo es lo usual y la cordura la excepción. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, la “maravillosa” Constitución de Montecristi, y muchos otros instrumentos, nos dictan que “todos somos iguales ante la ley”, pero todo indica que en Absurdistán hay algunos que son más iguales que otros, ya que, pese a estar involucrado en procesos penales por el cometimiento de presuntos actos de corrupción, y pese también a portar un grillete electrónico para evitar su fuga y garantizar su presencia ante el juez, haciendo gala de un cinismo inconmensurable, con altas dosis de sorna y desparpajo, el señor Fernando Alvarado Espinel se despide cariñosamente de sus custodios del Ministerio de Justica, les avisa que ha decidido fugarse porque, según él, es un perseguido político, muletilla utilizada por todos los revolucionarios de esta patria altiva y soberana, y también de otros lares, para descalificar a las autoridades administrativas o jurisdiccionales que investigan sus trafasías. El susodicho, creador de un perverso sistema de propaganda para ensalzar casi hasta los altares al caco mayor, ex jefe de todos los jefes, así como para denigrar a sus opositores, se fue mondo y lirondo, dejándonos como legado un mensaje lacrimógeno y sensiblero, digno de un libreto de telenovela barata, en donde nos cuenta de sus safaris por el África y uno que otro disparate más. Una vez que Fernando Alvarado puso tierra de por medio, se activaron las alarmas de la administración de justicia (no las del grillete, que nunca fueron reportadas), los jueces de Absurdistán emiten una orden de captura que seguramente será ejecutada el día del juicio final, por la tarde, y el Presidente ordena destituir a los mandos medios responsables de la custodia del fugado, pero parece que se quedó corto, ya que las complicidades seguramente están en los mandos altos. Mientras tanto, desde un ático en la lejana Lovaina, alguien emitió una carcajada ensordecedora.